La guerra de la imagen
Por: Gustavo Perednik
En la Europa defensora del derecho de autodeterminación de los pueblos, el único pueblo que carece de él es el judío. Israel, vuelta "el judío de entre los países", se convierte en el blanco de los ataques a través de los medios de comunicación y en todo foro diplomático. De los mecanismos de la mentira y de los argumentos para desbaratarla es que trata esta nota
Voltaire, quien urgió a desembarazarse de todos los prejuicios medievales, a uno no logró vencer, y nos llamó a los judíos "el pueblo más imbécil de la faz de la Tierra, enemigos de la humanidad, el más obtuso, cruel, absurdo..."
En Francia, el siglo XIX no corrigió al XVIII. Ni en su literatura socialista puede hallarse compasión por los judíos perseguidos, aun cuando hubo en ese lapso seiscientos pogroms. En el XXI el mal continúa. Hace unas semanas un par de embajadores fueron muy francos : Jacques Huntzinger justificó el terrorismo contra Israel, y Daniel Bernard culpó de los males del mundo al "paisito de porquería".
Durante siglos el judío fue percibido por Europa como diabólico, confabulador, sanguinario. Nuestra religión, como "vengativa, superada por la religión del amor". Esos prejuicios atávicos se descargan hoy contra el judío de los países , el más censurado del planeta, el único al que se cuestiona su derecho de existir. Todos los países nacieron gracias a movimientos nacionales, pero a los ojos europeos el único movimiento bastardo, es el sionismo.
La campaña anti-israelí de los medios, es un fruto podrido de la perseverante hostilidad europea hacia el pueblo judío. El pequeño Estado cuya creación fue necesaria para salvar millones de vidas de las garras de Europa, es el que recibió dos terceras partes de las condenas de las Naciones Unidas.
La excusa son los "territorios ocupados" en 1967. Pero en 1965 la Unión Soviética ya se oponía a que la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU incluyera una condena de la judeofobia. Cuando el único pecado de Israel era existir, sin "ocupación" alguna, Arafat y su OLP ya nos asesinaban. Los medios saltean que "la ocupación" fue consecuencia de la agresión árabe; no su causa.
Tendremos paz duradera con nuestros vecinos cuando éstos se democraticen, porque entre democracias nunca hay guerras . Del mundo árabe, los regímenes de hoy son enemigos, tanto de Israel como de los pueblos árabes. Pero la judeofobia es europea. Su gente, que podría libremente exigir a sus gobiernos que dejaran de mortificar a Israel en su esfuerzo por sobrevivir, ha optado por confrontar a este exiguo pueblo que hizo del desierto un vergel y que siempre estuvo dispuesto a transigir para construir la paz con sus vecinos, que poseen un territorio quinientas veces mayor.
La delegación europea de periodistas que vino a solidarizarse con Arafat, dejó sus oficinas escondiendo entre ellos a trece terroristas buscados. Nadie nos pedirá disculpas.
La Comunidad Europea desea regalar a Arafat 50 millones de euros para compensar la destrucción israelí. ¿Merecerá algún judío reparación por las muertes del terrorismo que desató Arafat con ayuda de Europa?
La Unión Europea demanda ceses de fuego sólo cuando Israel se defiende; no ve las agresiones contra civiles judíos. Ahora mismo los protegidos de Siria nos bombardean, pero Europa posterga sus protestas para cuando Israel se defienda.
De todos los sufrientes del mundo, el escritor José Saramago ha elegido al pueblo palestino para comparar su situación... ¡con la de los judíos bajo el nazismo!
Así, la deliberada aniquilación de seis millones de inocentes en tierras alemanas, mares británicos, traición francesa, banca suiza, y silencio vaticano, se ha equiparado con un conflicto político.
Los estertores del Holocausto continúan, pero no por la ola de ataques a sinagogas. Nos matan los europeos, por medio de legitimar las acciones más viles de quienes se empeñan en destruirnos. Y bajo el estandarte que es la máxima hipocresía del siglo: la supuesta solidaridad con el pueblo árabe palestino.
A los europeos los palestinos les importan muy poco. El único país que les creó universidades y servicios municipales, fue Israel. Cuando Jordania mató a miles de ellos o cuando Kuwait expulsó a decenas de miles, no hubo solidaridad. No motiva el bienestar palestino, sino el dudoso placer de castigar a Israel.
Tampoco le interesa a Europa que no tengan Estados propios los cachemiros, tamiles, corsos, tibetanos, curdos, neocaledonios, ibos, aymaras o cientos de naciones. Sólo los palestinos, que nunca tuvieron estado , despiertan su solidaridad incondicional.
Así han validado cuatro mentiras universalmente aceptadas:
Los líderes de cientos de pueblos son ilustres desconocidos. Arafat ha tenido la tenebrosa suerte de elegir al enemigo perfecto, que le permitió catapultarse al estrellato y aun al Premio Nobel de la Paz. ¿Quién sabría de Arafat si no fuera por Europa? ¿Por qué habría de dejar de matarnos, si lo aplauden? Con él han agotado sus condolencias los europeos; no les quedan ni una palabrita para los padres judíos que perdieron a sus hijos en el terror palestino.
La judeofobia medieval quería desalojar al judío de la sociedad; la contemporánea tiende a aislar al estado judío de la familia de las naciones .
Israel les ofreció a los palestinos el territorio que reclaman, y respondieron con dos años de atentados, a pesar de que se comprometieron en cinco tratados de paz con Israel a renunciar al terrorismo y esgrimir sus demandas en la mesa de negociaciones. Matan y se matan, para destruir Israel, ni un milímetro menos.
Pero para Europa el malo es Israel. Bomba en una discoteca en Tel Aviv; la BBC de Londres escarba en una guerra de hace veinte años para exigir que sea juzgado por "crímenes de guerra" (de cristianos contra musulmanes) el Primer Ministro... judío. Israelíes son baleados día a día y el ministro noruego anuncia que está permitido. Sólo productos israelíes boicotea Noruega, y anuncia arrepentirse de haber hecho Nobel de la Paz... ¡a Shimon Peres! Una iglesia de Belén da asilo a terroristas armados y el Papa exhorta a que no se humille a Arafat.
La judeofobia no puede agotar la explicación del conflicto en el Medio Oriente. Pero desconocerla como factor influyente, es cuanto menos ingenuo .
La contribución que Europa podría hacer a la paz es inmensa, si desaprobaran la incitación en las escuelas. Hasta hoy, Israel ni figura en los mapas de los árabes. Sus niños aprenden en clase que Israel debe ser destruido, y que el modelo a imitarse es el "mártir sagrado" que se suicida para matar peatones judíos.
La actual ofensiva militar israelí tiene como objetivo desbandar a los grupos terroristas que actuaban con impunidad desde la región palestina, desmantelar esa infraestructura de muerte. Cumpliendo con los acuerdos de Oslo, Israel importó desde Túnez combatientes palestinos, los proveyó de territorio, dinero, armas y prestigio. Su respuesta no fue desarmar el aparato terrorista, sino alentarlo, entrenarlo y glorificarlo. Pero lo que ofende a Europa es la autodefensa israelí.
El matricidio europeo viene por miles de años matando judíos, o perdonando a quienes los matan o denostando a los judíos porque no se dejan matar.
Si se invirtiera en la democratización de los Estados árabes un pequeño porcentaje de lo que invirtió en la de Latinoamérica, Sudáfrica y el mundo comunista, si se exigiera la legitimación de Israel y el respeto a los valores humanos, se habría avanzado hacia la paz. Aunque ése es el quid de la cuestión, Europa tiene otras prioridades.