Puentes del judaísmo
Por: Gustavo Perednik
No es la psicología, sino "algunos psicólogos", los que se han opuesto a la práctica milenaria de la circuncisión. Freud y Lacan mismos, incluso la defendieron. A pesar de que argumentos más o menos científicos, en contra o a favor, no son relevantes a la hora de juzgar un ritual fundacional del pueblo judío, es interesante saber que los más grandes pensadores del psicoanálisis no estuvieron entre sus detractores. Gustavo D. Perednik hace una recorrida por los vaivenes de esta especie de juicio histórico al "Brit Milá".
"¿Tengo derecho a circuncidar a mi hijo?", pregunta retóricamente un joven padre, y agrega en forma inmediata que correspondería dejar que el niño decidiera por sí mismo, ya mayor de edad, qué desea hacer de su vida.
Este esmero en dar libre elección al vástago, no acontece, empero, en otras facetas de la educación. A ningún padre se le ocurre que su hijo opte por lavarse o andar sucio, entre robarles a sus compañeritos de escuela o estudiar. En casos así, resulta obvio y deseable que los padres hagan lo que esté a su alcance para guiar a sus hijos a comportarse como seres humanos mejores. Que sean o no mejores judíos, parece entrar en el plano de las decisiones personales en las cuales nadie tiene derecho a inmiscuirse. La raíz de esta notoria discriminación es, evidentemente, la duda de si ser "bueno" incluye o no una sólida identidad judía.
Otros señalan que la circuncisión es un estigma traumático para quien posee "la diferencia". Este razonamiento se sustenta en dos premisas: 1) que el niño se desenvolverá mayormente en ambientes no-judíos (ya que en los otros su distinción será tal, sólo si es incircunciso) y 2) que las diferencias deben acomplejar.
El primer punto revela la vacilación de los padres en su propia identidad judía y en sus proyectos educativos para con sus hijos. El segundo es alimento del totalitarismo. Porque en rigor, mis diferencias no pueden avergonzarme o enorgullecerme de por sí, sino en virtud de cómo las asuma. El ideal es, por otra parte, que podamos respetarnos mutuamente, viviendo precisamente en diferencias.
Otros se remiten al trauma, pero en términos menos sociales que individuales. En este caso, el complejo surgiría de la agresión inicial contra el niño. Es el argumento de algunos psicólogos, y no de "la psicología". (Incluso hay quienes defienden la circuncisión judía desde una óptica psicológica, por considerarla una fuente de identificación con el corporal entre hijo y padre).
El complejo no tendría una clara manifestación a lo largo de la vida de un individuo y se reducirá a una mera teorización. Ben Gurión saldrá en defensa de nuestra tradición, atribuyendo el "complejo judío" sólo a aquellos padres que tanto vacilan en incorporar a sus hijos al Pacto.
No fue un judío ortodoxo sino casi un apóstata como Baruj Spinoza (1622-1677) quien dictaminara que "respecto a la circuncisión, me parece de tan gran importancia, que a mi juicio, puede ser por sí solo el principio permanente de conservación del pueblo judío".
Símbolo de compromiso, de renovación de un pacto ancestral, del rol distinto judío. Un símbolo que nos ha separado de los cristianos desde que Saúl de Tarso (Pablo) decidiera eliminarlo como requisito de ingreso a su iglesia, basado en que Abraham fue traído a la fe de Dios antes de su circuncisión. Y, valga la paradoja, año tras año, nuestros hermanos cristianos conmemoran el "Brit Milá" de Jesús de Nazaret, fecha con la que dan comienzo al año.
El libro de los Reyes nos insinúa que ya bajo el reinado de Izbel (s. XI a.e.c.), los judíos habían abandonado la mentada tradición. En el siglo II a.e.c., durante la época helénistica, se reincidió en la dejadez con el agravante de hallar los medios quirúrgicos para eliminar la circuncisión una vez realizada. Pero la tradición estaba demasiado arraigada en el seno del pueblo judío, como para que ciertos grupos lograran erradicarla. Ni siquiera las prohibiciones formales lo lograron, tales como la de Antíoco (s. II a.e.c.), la de Adriano (s. II e.c.), o la de Justiniano (s. VI e.c.).
Tentativas más cercanas también fracasaron, como la de los primeros reformistas. En 1842 la Sociedad de Amigos de la Reforma, reunida en Francfort, desestimaba la práctica. Más tarde deberían volver sobre sus pasos.
Filón de Alejandría (filósofo del siglo primero) nos menciona los motivos higiénicos. Claro que hoy se presentan más elaborados, vistos como prevenciones contra las inflamaciones por retención de esmegma, o contra el cáncer cervical en las mujeres.
El problema de estas argumentaciones, no obstante, es que por ser científicas son pasajeras o, mejor dicho, "aún no refutadas". En cuanto se pruebe la poca validez de su fundamento, los que se basan en ellas para el "Brit Milá", echarán por tierra con las argumentaciones y la circuncisión por igual. Son en realidad, cuestiones colaterales y no la razón esencial de la práctica.
Muchos pueblos observan la circuncisión (los árabes, los norteamericanos, algunas tribus de Africa y Australia, etc.). Pero solamente el pueblo de Israel practica el "brit milá". Este término significa "Pacto de la Circuncisión". Y no es casual que históricamente se haya impuesto la denominación de "brit" (o "bris") porque su importancia radica precisamente en su calidad de pacto.
A una vieja costumbre, Israel la dota de un profundísimo significado nacional-religioso, que va más allá de ritos de pasaje, de señales de ingreso en las sociedades tribales o de marca de la capacidad matrimonial.
En el órgano de la procreación debe hacerse, explicará el "Sefer Hajinuj" (código de los preceptos bíblicos atribuido a Aarón Levi de Barcelona, siglo XIII). Porque representa, en este caso, la descendencia, el futuro. Como si trasladáramos al porvenir lo heredado del remoto pasado.
La vasta erudición de Jaques Lacan no excluyó los temas judíos, muchos de los cuales tienen una presencia notable en su obra, a veces incluso mencionados en idioma hebreo tales como Iamim Noraim, Shofar, el Kohelet o Eclesiastés, y el Talmud.
De todos los elementos judaicos que aparecen en los textos lacanianos, priva su apreciación de la circuncisión. Esto puede ser entendido como una revaloración, ya que Lacan se autodefine como "retorno a Freud", y por ello rescata las fuentes freudianas originales confrontándose con las desviaciones posteriores.
A diferencia de Freud, que vio en la circuncisión un signo de distinción, psicoanalistas post-freudianos han ido más lejos e identificaron a la circuncisión con el tema del complejo de castración, y Arminda Arberastury llegó a plantear que la circuncisión es causa de antisemitismo.
Resulta difícil admitir que dicha extravagancia habite en textos que se jacten de científicos, aunque nos hemos habituado a que se hayan abierto paso en la literatura. Así, en la novela "Los judíos" de Roger Peyrefitte, uno de los protagonistas advierte que "Somos los circuncisos de Occidente y Occidente no nos lo perdona. En medio de pueblos más o menos desvirilizados, ofrecemos la imagen de la virilidad pura... e impura..., en reposo, estamos en el mismo estado que los otros en estado de excitación. Por esa sola razón, encarnamos la obscenidad".
La postura de Lacan sobre el tema se enmarca en una suerte de respuesta a las desviaciones mencionadas. Lacan en principio niega la cuestión de la castración, ya que la considera estructural.
"Nada hay menos castrador que la circuncisión... ¿Por qué considerar como la situación normal ser a la vez el dardo y la vaina? Es evidente que en tal atención ritual de la circuncisión hay una reducción de la bisexualidad que no puede generar sino algo saludable en cuanto a la división de roles". Peyrefitte lo hubiera puesto de otro modo. Osmonda le dice a Saúl: "La circuncisión tiene sus ventajas... Vuestro puñal está siempre presto". Para Lacan la circuncisión es, también, y no hago más que citar su llamativa definición, estética. Y además, implica una más propia asunción sexual y neutraliza el bisexualismo.
Este aprecio por la circuncisión por parte de uno de los grandes pensadores del psicoanálisis debería ser más difundido, aunque con la permanente salvedad de que no es en argumentos de esta naturaleza en los que basamos nuestra fidelidad al "Brit Milá". Esta tiene su origen en nuestra adhesión al pueblo judío, a su historia y su tradición.