Las clases de Sharona
Por: Sharonah Fredericko
Marcelo Kisilevski
España ha deparado bienes y sinsabores a numerosas minorías. De allí también ha salido la buena nueva, una lección de convivencia entre pueblos que aún es necesario volver a aprender.
-Sharona, he estado en España, y me he quedado impresionado con el país y con sus comunidades judías. ¿Creés que España puede volver algún día a su pasado multicultural?
-Si hay algo que España no es en este momento, lamentablemente, es multicultural.
-Cuando lo cierto es que ese país ha crecido en base a abrevar de otras culturas, judíos, árabes e indígenas.
-Sí. A los judíos y a los "moros" los expulsó y los quemó vivos. A los indígenas los explotó y también los masacró durante 400 años. Pero hubo en el último siglo otra España que espero que prevalezca, en esa España que aunque no quiera se está convirtiendo en multicultural, porque están llegando muchos inmigrantes. Y ya no se puede ni debe escuchar más ese término extremadamente racista, el de pertenecer a una familia "cristiana-vieja", que significa no tener rastros de sangre judía o musulmana. Hoy en día tú caminas por las calles de Madrid, y ves que una de cada cuatro personas es inmigrante. Y yo me pregunto, cuando Europa es supuestamente una sola unidad, si esta Europa capaz de unir nacionalidades europeas diferentes, va a ser capaz de aceptar nacionalidades extra europeas. Ese es el desafío de España hoy, y la pregunta concierne también a tantos latinoamericanos, en especial argentinos, que hay migrado a España y se han encontrado con no pocas dificultades, agresiones y prejuicios.
Y ya que vuelves de España, habrás visto que sigue siendo un país netamente "español". Pero este término es engañoso, porque lo "español" es básicamente una mezcla de judío, árabe, gitano y también castellano. Puede llegar a estar habiendo un despertar, un "avivarse" para usar el término argentino, si vemos las noticias de Austria, donde el Partido de la Libertad, la agrupación neonazi de Haider, ha sido rotundamente derrotado. Tal vez los austriacos se están "avivando" e incluso hartándose del racismo, y entendiendo que no se pueden cerrar las fronteras, y que a pesar de todos los intentos de cerrarlas, vamos a tener que aprender a vivir juntos.
Y me parece que la mejor voz que les puedo traer en este sentido viene del siglo XI y justamente de España.
-¿De quién estamos hablando? ¿Lo conozco?
-Estamos hablando de alguien que ha causado inconmensurables sufrimientos a generaciones de escolares en el mundo de habla hispana.
-Ah, caramba, una mala persona
-No, él fue un buen tipo. Lo que hicieron con él fue horrible, una tortura literaria. Estamos hablando de Rodrigo Bivar de Burgos, y lo conoces por otro nombre.
-Esa me la estudié. ¡El Cid Campeador! Mi profesora de literatura, la profe Segal, estaría orgullosa de mí.
-Sí, pero su nombre es probablemente lo único que recuerdas del Cid. Te voy a preguntar algo, Marcelo. ¿Recuerdas a los judíos y el Cid?
-No.
-¿Recuerdas el Cid y el multiculturalismo?
-No.
-¿Recuerdas el Cid y la igualdad de la mujer?
-No.
-O sea, no recuerdas un comino. Pero no te preocupes, porque no debes estar solo, pues la mayoría de la gente que estudió la epopeya del Cid tampoco recuerda nada.
-Pero momento, ¿quién fue al final el Cid Campeador? Por los temas que mencionás, más parece un melenudo antropólogo de Palo Alto de los años '60 que un caballero español medieval.
-Podría, pero no. El Cid fue un personaje histórico, un caballero del siglo XI, castellano, que murió en el año 1099 y que nació alrededor del 1030, no estamos seguros. Fue un ejemplo inspirador de cómo una persona puede trascender el nacionalismo, la xenofobia y el chauvinismo, y pasar a ser multicultural y humanista. Así que ya ves que perdiste algo por dormirte en la clase de la profesora Segal
-Jamás me dormiría con la profesora Segal. Sencillamente falté ese día
-Está bien. Mira, el Cid empezó como lo hacemos todos: siendo producto de su educación. ¿Qué tipo de educación tuviste? ¿Qué te decían tus padres de los no judíos, por ejemplo?
-Me dieron educación judía, humanista, lo que a todo el mundo. Me dijeron que había que respetar a todas las personas, esas cosas.
-Qué bien. El Cid no tuvo esa suerte. Por el contrario, a él le dijeron sus padres que el que no era católico y castellano había que degollarlo. Fue un caballero armado, caballero no en el sentido de gentil hombre, sino por ser soldado mercenario. Y como cualquier soldado de su época venido de la ciudad de Burgos, en tierras de Castilla, su percepción de la ética no era precisamente igual a la de Martin Luther King. Para él era: nosotros, los católicos de habla hispana, contra el resto. El resto eran los musulmanes de la península ibérica y los judíos. Es decir que sus comienzos no son muy promisorios. Y en el Cantar del Mio Cid , uno de los cantares de gesta que muchos escolares como tú estudiaron y olvidaron, maldiciendo el día en que se escribió, leemos un episodio bastante repugnante que describe el comportamiento del joven Cid con respecto a los judíos prestamistas. Que eran prestamistas porque en Castilla la Vieja era la única profesión que estaban autorizados a practicar. Rodrigo de Bivar necesita plata para servir a su rey don Sancho, un rey que con su perversidad va a contribuir a la evolución del Cid. Pero veremos eso más adelante. Los prestamistas judíos le dan el préstamo con muy generosas condiciones. Por un lado quieren hacer un buen negocio, pero por otro lo quieren hacer de modo honesto. Pero el Cid no les devuelve la honestidad.
-No les devuelve la plata
-No. Debes volver a la clase de la profesora Segal. El Cid les hace algo todavía peor. Deja dos cofres en la casa de los prestamistas pidiéndoles por favor que no miren el contenido, y asegurándoles que contienen el oro suficiente para redimir los objetos que el Cid ha llevado para empeñar. Los dos prestamistas judíos, muy ingenuos, creyendo en la fama del Cid, que se conoce por ser un soldado sumamente audaz, obviamente no dudan de su palabra de caballero, pues se trata de un hombre de honor. Pero los prestamistas se equivocan. El Cid cree durante su juventud que el único otro ser humano que existe es el cristiano y castellano, y por lo tanto no siente obligación de respetar a un judío. Entonces les deja los cofres llenos de arena, y sale con los objetos empeñados, pensando que ha hecho un excelente negocio. El ha ganado y ellos han perdido.
El que está contento con él es su rey, Don Sancho. Pero entonces el Cid va a descubrir algo muy inquietante de él. Iban caminando por las murallas del castillo, cuando allí abajo ven de repente una mujer hermosa peinando sus cabellos. El Cid nota que Su Majestad se super enardece, o sea, se calienta por esta mujer. El caballero, siendo hombre de honor para con otro cristiano, actúa con discreción, pero se da cuenta que el rey ya no puede más, que casi no puede controlar su lujuria. Y el rey empieza a comportarse como un niño, risotea, codea al Cid Campeador y le dice: "Oye, Rodrigo, ¿vos sabéis quién es esa mujer?" Ahora el Cid va a caer, y su mundo moral perfectamente construido, hecho sólo de buenos cristianos, se va a desmoronar. Rodrigo mira más atentamente a la mujer, y dice para sí. "¡Santo Cielo! ¡Pero si es la hermana del rey!" Y ahí viene una de sus respuestas famosas, en lo que se llama las Mocedades del Cid, cuando le dice: "Vuestra hermana es, Don Sancho, vuestra hermana Urraca".
-Ah, hermoso nombre para una hermosa mujer.
-Sí, primoroso: Doña Urraca. El rey se había estado acostando con Doña Urraca desde hacía mucho tiempo, y el Cid se da cuenta que está inmerso hasta el cuello en un asunto incestuoso, porque él se había acostado con Doña Urraca antes. Ella es hermana del rey y éste está enamorado de su propia hermana. O sea que este caldo se está poniendo espeso. En un solo momento, toda la moral cristiana que había construido minuciosamente, y su fe en los líderes político-espirituales, se derrumbó. El incesto es un pecado grave como pocos.
El Cid huye de palacio, porque el rey se da cuenta que su hermana, que como buena hermana se acostaba con él, en realidad estaba enamorada del Cid. Este pasa en un día, de ser el predilecto de la Corte a ser un forajido odiado y prófugo.
Don Rodrigo va a descubrir, como debiéramos hacerlo todos, que todo es para bien, pero lo va a descubrir después de mucha congoja y dolor. Ahora no sabe qué hacer, porque de ser el predilecto del rey, un hombre al que adoraba, pasó a ser un paria sin rey, porque el rey al que admiraba era un hombre incestuoso. ¿Adónde puede ir? Se encuentra entonces solo en tierra de sus enemigos, los "moros". Algo así como el rey David. Cuando Saúl lo echó se encontró en tierra de los filisteos, con quienes encontró albergue. Así que hay cierto paralelismo entre el Cid y el rey David. El Cid está en un problema porque a él lo educaron para odiar a judíos y a moros, y de repente se encuentra rodeado por Jaime y Mujamad. No sabe dónde meterse.
-Es como hacer aliá a Siria sin ayuda de la Sojnut. ¿Qué va a hacer Don Rodrigo? ¿A qué se va a dedicar?
-Ese es el punto. No consigue lugar ni trabajo, porque es caballero y soldado. Es como si presentaras tu currículum de ingeniero en computación para integrar un elenco de ballet. El Cid se da cuenta que eso no anda. Pero tiene la buena suerte de caer con un rey musulmán llamado Avén Galvón, que luego va a ser uno de sus mejores amigos. Hacerse amigo de un musulmán es algo inusual, que sólo puede hacer por estar en una situación de debilidad. Está buscando trabajo, es un proceso bastante agotador, para aquel que lo ha pasado. En la Sojnut no le ofrecían nada, así que tuvo que irse con los moros, que lo ayudan. Y él, que toda su vida los ha odiado y los ha combatido, está endeudado ahora con uno de ellos.
El, en lugar de llenarse de resentimiento contra el musulmán, lo empieza a respetar. Lo quiero señalar porque no es algo obvio, no siempre ocurre así. Voy a dar un ejemplo extremo: Hitler, cuando era un pobre estudiante de arte en Viena, vivió gracias a la merced un dueño de casa judío que le dio alojamiento, y Hitler no dejó de odiar a los judíos.
Avén Galvón es su protector y su amigo, salen juntos a los mismos pubs, el Cid empieza a divertirse con él y sale a luchar con él contra los mismos enemigos, que a veces son cristianos. Y ahí es cuando su mundo se invierte.
En otro episodio se enamora de una mujer llamada Jimena. Es la hija de alguien que él mató, y que él no sabía que lo había hecho, pero es su pasado que lo persigue. Jimena es una tipa fuerte, administra su castillo, no es la princesa desfalleciente. Y justamente él va a tener que superar otra barrera, porque uno no se casa con la hija de un enemigo. Eso y el hecho de servir a un rey moro: ya no es el mismo Rodrigo de Bivar.
Se casa con Jimena, y ella administra los terrenos del Cid, cosa terriblemente feminista para la época: una mujer administra terrenos.
-¿Ese es el toque feminista en el Cantar del Mio Cid?
-Claro, porque para la época, que una mujer administrara propiedades, o siquiera trabajara era algo inaudito, inconcebible.
Mientras tanto, el rey en Castilla ha cambiado, ya no es más Don Sancho, aquel rey incestuoso, sino Don Alfonso. Este invita al Cid a regresar a la Corte, y él vuelve pensando que ahora va a hacer las paces. El pobre idiota se equivoca. Ahí tiene dos enemigos cristianos, los infantes de Carrión, que empiezan a difamar al Cid ante el rey Don Alfonso. Recalco que son cristianos, porque el Cid va a tener que aprender que no se puede confiar en alguien sólo por ser como uno.
Cuando llega el Cid con espíritu pacífico, Don Alfonso no lo quiere recibir porque fue convencido por los infantes de Carrión, y lo manda a freír espárragos. Y ese es el golpe que el Cid necesita para desprenderse definitivamente de la idea de que los suyos lo pudieran proteger.
Vuelve a Avén Galvón, el musulmán moderado, y lo ayuda a luchar contra musulmanes más extremistas que invaden desde el norte de África.
Se trata de un panorama fascinante: tienes a un cristiano y a un musulmán, ambos moderados, amigos entre sí, luchando contra el fundamentalismo musulmán que llega desde el norte de África, porque el fundamentalismo no es algo nuevo. O sea que pasamos del terreno de lo étnico al de lo ideológico. Yo comparto algo contigo no porque nacimos en el mismo grupo étnico sino porque pensamos igual. Ya no va a buscar disculparse ante Castilla, los suyos, por algo -el incesto entre Don Sancho y Urraca- de lo que no es culpable. Cuando ata cabos y ve que los que lo quieren son ahora los musulmanes, acaba desprendiéndose para siempre de sus atavíos éticos de que sólo cristianos lo pueden apoyar y comprender.
-¿Por dónde entran los judíos?
-Ahí vienen. El Cid no se ha olvidado de lo que les ha hecho a aquellos prestamistas. Y durante todo este tiempo, el Cid y su mujer Doña Jimena se han establecido en Valencia, una ciudad muy bonita, a la que refunda como un reino independiente que alberga a judíos, cristianos y musulmanes por igual. Un reino multicultural en Valencia. ¿Qué gran descubrimiento hace el Cid? Que se lleva bien con los judíos, y que la mayoría de los judíos son honestos. También tienen sus tramposos, pero quién es él para juzgar, porque él cometió una travesura que le sigue pesando. Sabemos a nivel histórico que el Cid otorgó muchos privilegios a los judíos de Valencia, así que ya a esa altura tiene grandes relaciones con ellos.
-¿El se va a hacer llamar rey?
-No, se va a llamar Protector de Valencia. Básicamente un rey sin corona. Bueno, el tema es que no se va a olvidar de su pecadillo contra los dos prestamistas judíos. Ahora viene la parte más linda después de tanto sufrimiento. Entabla nuevo contacto con los prestamistas judíos en Castilla y les devuelve la plata.
-¿Los hace venir?
-No, les manda dos cofres llenos de oro. Así me redimo del pecado que cometí, dijo. A pesar de que ustedes no sepan que yo los engañé
-¿Cómo es que nunca se enteraron?
-Porque los judíos jamás abrieron los cofres, tanta era su confianza ciega en el Cid, a pesar de que pasaron dos décadas, estaban seguros que el Cid vendría a redimir los objetos empeñados. Ahí viene un verso muy lindo en el Cantar, que dice a los judíos: "Y pidiendo perdón por la mentira, ahora les mando el oro de mi verdad". Fíjate el proceso que siguió el Cid: me educaron mala persona, pero eso no justifica lo que les hice; cometí una travesura; ahora lo admito; pido perdón y hago reparación. Es hermoso, es el proceso que todo judío tiene que seguir en Iom Kipur, el Día del Perdón.
El vence a los musulmanes fundamentalistas, logra restituir a los musulmanes moderados, fortalece las buenas relaciones que tiene con los judíos, y ahora viene la parte más interesante. A él no le importa que lo perdonen en Castilla o no, pero de allí lo mandan a perdonar. Lo invitan a la Corte para entregarle el perdón oficial. Ahora a él no le importa, en todo caso es él el que los tiene que perdonar a ellos, piensa. Pero bueno, el vuelve a la Corte para hacer otra vez las paces -no para pedir perdón- y sucede algo muy feo: los infantes de Carrión otra vez lo calumnian diciéndole al rey que es un mal cristiano porque tiene tratos con judíos y moros. El Cid esta vez decide desafiar a los infantes a un torneo y vencerlos. En términos de la época eso era mostrarle al rey que los hijos de su madre son ellos, que son ellos los que no valen la pena, y no someterse a su crítica.
-O sea: yo no me disculpo por el reino que he fundado, ni por la manera de llevarme con la gente, y si ustedes me ponen un desafío, estaré dispuesto a luchar incluso contra ustedes.
-Yo no lo podía haber dicho mejor. Este cristiano que fue criado para odiar a judíos y moros, libra su batalla más famosa luchando contra otros dos cristianos que lo calumnian por haber fundado un reino donde vive en condiciones de igualdad con judíos, moros y mujeres.
No tengo que agregar que vence a los infantes de Carrión, y eso que estamos antes de la era de Hollywood. Pero el mensaje que se da aquí es de lo más inspirador: de cómo una persona de lo más primitiva en términos morales puede evolucionar hacia la grandeza, percibiendo algo que creo que todos lo percibimos, pero no admitimos porque nuestra misma xenofobia nos obnubila: que cada vez que una persona de otra etnia nos hiere, tendemos a maldecir a su grupo étnico; no pensamos en la persona, ni decimos que esa persona es un malvado que nos hirió, sino "este ruso", "este árabe", "este judío". Pero si nos pusiéramos a pensar, como Don Rodrigo, "cuántos males me han hecho los míos", veríamos que las maldades de los propios superan ampliamente las que me hacen personas de otras etnias. La conclusión a la que llega el Cid es lo que lo convierte en un gran héroe de su época. Y es lo que podría alcanzar cualquier persona del siglo XXI si también se liberara un poco de sus prejuicios. Es el mensaje para el Medio Oriente, para el norte de Irlanda, para chilenos y argentinos que tampoco se quieren mucho
-¡O para todos los latinoamericanos cuando juzgan a los argentinos!
-Oh, bueno, eso fue un grito desde el dolor más profundo. Vamos a dejar de decir "este argentino" o "este chileno" o "este judío", hagamos lo que hizo el campeón y ver los actos de los nuestros, logrando salir de los términos de "nosotros" contra "ellos", pasando a ser todos "nosotros". Así que vuelve a estudiar la epopeya del Cid, porque a pesar de que ya la habías olvidado por completo, vale la pena.
-El Cid y mi profesora Segal quedan reivindicados.