Durante el siglo XVIII, vientos de cambio soplaban en Europa. Nuevas condiciones de vida impulsaban a los más destacados pensadores e intelectuales a reexaminar el estado de las instituciones así como el espíritu de moralidad que regia la conducta tanto individual como colectiva. A raíz de estos valientes desafíos comenzó a cristalizar una concepción libertaria que colocaba a los derechos del Hombre al centro de las aspiraciones sociales.
Este movimiento, conocido en Europa como Ilustración, transformó en un corto período el total de la fisonomía intelectual del continente. Entre otras cosas, planteaba el rechazó a la intolerancia colocando, por ende, a la cuestión judía sobre el tapete de las discusiones en las sociedades escolásticas y en los foros políticos de Europa.
Las comunidades judías de la zona, que durante siglos habían vivido segregadas en ghettos, se vieron beneficiadas por el despertar general y la autoafirmación de las masas. Comprendieron, que para participar de los avances políticos y sociales de la época, tendrían que abandonar su aislamiento físico e intelectual.
Para lograr su emancipación, los judíos debían mostrar una actitud positiva hacia los cambios que el nuevo mundo proponía. Su asimilación al medio ambiente no judío les permitiría abrir la puerta que durante siglos los mantuvo aislados, negándoles la aceptación generalizada como ciudadanos europeos.
Por incontables generaciones, el judío había aceptado el juicio de la Providencia llevando sobre sus hombros el peso del exilio. Sólo mediante el arrepentimiento o el extremo ascetismo podría alcanzar la salvación en el mundo. Los racionalistas judíos concibieron una nueva imagen del futuro, en reemplazo a la sociedad existente, en donde las instituciones judías contemporáneas resultaban anacrónicas.
Fue la Haskalá o Ilustración judía la que dio un giro al pensamiento tradicional judío. El judaísmo teocrático se transformó en una visión antropocéntrica del mundo. Como la Ilustración europea, fue una rebelión contra la autoridad y contra la estructura tradicional, en un intento de establecer la razón humana como la medida de todas las cosas.
El Iluminismo llegó a los judíos de modo natural. El contacto con los intelectuales franceses les permitió saborear el pensamiento liberal y la nueva cultura.
Pero, aunque las raíces de la Haskalá tomaron sus fundamentos del movimiento de Ilustración europeo, las condiciones y problemas específicos a la cuestión judía le imprimieron un sello muy particular.
En su etapa inicial, la Haskalá fue un movimiento de la clase media judía. Sus metas culturales así como sus beneficios inmediatos sólo podrían ser compartidos por un número limitado de juicios educados. Las masas, en su mayoría, permanecieron alejadas, y más aún, se mostraron hostiles a la idea de asimilarse culturalmente ya que esto podría traer como consecuencia la apostasia.
De hecho, la Haskalá comenzó en Berlín como un programa de un pequeño grupo de judíos guiados por Moisés Mendelssohn (1729-86) con la idea de familiarizarlos con la cultura europea y principalmente, con la alemana y para que la luz del progreso penetrara los círculos judíos.
Para Mendelssohn, no había nada en la fe judía que se opusiera a la razón. Afirmaba que la revelación en el Monte Sinaí no tenía el propósito de impartir la fe sino de servir como legislación de un estado teocrático judío. La verdadera religión era universal y podría alcanzarse mediante el ejercicio libre de la razón humana. Por ello, la implantación de leyes y el establecimiento de instituciones que tuvieran el ideal de la libertad de conciencia permitirla que los judíos obtuvieran la igualdad.
Con sus obras, Mendelssohn pavimentó el camino de la Haskalá. En ellas abogaba porque los judíos cumplieran con las costumbres y constituciones legales de los países en donde habitaban, pero sin dejar de ser constantes a la fe de sus antepasados.
En 1780 surgieron las primeras asociaciones de maskilim o seguidores de la Haskalá quienes difundían el movimiento iluminista. Los primeros maskilim eran estudiantes de yeshivot (academias de estudio), con amplios conocimientos de religión quienes con el tiempo comenzaron a interesarse en la literatura y filosofía alemanas. Utilizando este acervo intelectual escribieron en hebreo pero inspirados en la cultura alemana.
El cambio llegó por sí solo. Pronto los jóvenes comenzaron a estudiar más sobre temática judía y menos sobre tradición bíblica.
La Haskalá se convirtió en una corriente activa dentro del judaísmo. Su influencia llegó a Polonia, Lituania y las comunidades rusas, principalmente, para luego diseminarse por el resto de Europa.
Educación. El primer problema al que se enfrentaron los maskilim en su campaña para transformar la sociedad judía fue la educación. Por siglos, la enseñanza había sido considerada como el valor preponderante para los judíos. Para la Edad Media, esta avidez por el saber se había visto enriquecida y contrastaba agudamente con la ignorancia que prevalecía en la sociedad circundante donde la lectura y la escritura eran quehaceres exclusivos del clero.
Durante siglos, el sistema feudal se opuso a que el judío participara libremente en distintas profesiones, limitando sus ocupaciones. Cuando los nuevos campos se volvieron accesibles al judío, éste penetró en ellos en forma entusiasta y natural, predispuesto por siglos de enseñanza. Para el siglo XVIII, los estudios bíblicos -punto medular de la educación tradicional- comenzaron a ser abandonados en aras de un sistema de lógica dialéctica. La noción de las ideas innatas fue reemplazada por la certidumbre de que el hombre, a su nacimiento, es una tábula rasa.
El objeto de estudio se transformó. En lugar de continuar por el camino recorrido del estudio de la Tora o Biblia hebrea, los judíos debían seleccionar entre las múltiples disciplinas en boga. Surgió así, una clase de jóvenes educados que desconocieron las bases de lo que por siglos se consideró como el fundamento del judaísmo, pero que dominaban la cultura secular del medio en que vivían.
Los maskilim compartieron la creencia en la eficacia sin límites de la educación racional. Modificaron la currícula de las escuelas tradicionales para moldear un nuevo estilo de vida judía. La primera escuela de este tipo se fundó en 1778 y en ella se combinaba el estudio de las ciencias con los idiomas, incluyendo el hebreo. Era así como los estudios judíos pasaban a un segundo plano desplazados por la temática general.
El Lenguaje. La asimilación linguística se convirtió en un rasgo distintivo de la Haskalá. En Alemania, así como en Alsacia-Lorena, los judíos del siglo XVIII comenzaron a enseñar a sus hijos distintos idiomas, como el alemán y el francés, con el fin de facilitarles el contacto con los círculos no judíos. Para 1790, la nueva generación de judíos de la Europa oriental había adoptado el vernáculo como su nuevo idioma, desarrollando una actitud negativa hacia el idish, a pesar de vehículo de comunicación y de expresión cultural.
No obstante, dentro del programa educativo de la Haskalá, el estudio de la Biblia y del hebreo se convirtió en un elemento central. Ante el interés demostrado por los alemanes en la cultura judía, Moisés Mendelssohn realizó una traducción del Antiguo Testamento al alemán y comenzaron a aparecer publicaciones judías en los lenguajes vernáculos. A la vez, se publicó el periódico Ha-Me Assef cuyas contribuciones fueron de gran relevancia para el desarrollo de la literatura y del lenguaje hebreos, idioma que se convirtió en vehículo de expresión secular y profesional. En Europa Oriental, el hebreo se adoptó como la lengua de la literatura de la Haskalá, atrayendo la atención de un público más amplio y ahondando en las raíces de la cultura judía.
La Tradición. La Haskalá, como la Ilustración europea, fue racionalista. Aceptaba sólo una verdad; la razón. Por ello, la actitud de algunos judíos frente a la tradición sufrió un cambio radical. La concepción de la providencia en favor de los judíos, la creencia en la idea del pueblo elegido y las razones para el exilio judío se debilitaron.
Aunque los maskilim, principalmente Mendelssohn, no dudaban de la santidad y autoridad de la Ley Oral, trataron de limitar el valor supremo de la Torá dentro de la educación judía. Paulatinamente, los estudios religiosos dejaron de incluirse en la currícula judía.
Los cambios en el lenguaje, la educación y la ocupación hicieron evidente la necesidad de transformar a la vez la organización intrínseca de la sociedad judía.
La Haskalá influyó fuertemente en el curso que tomarían las experiencias de los judíos del Siglo XIX y XX. En gran medida, pavimentó el camino hacia la modernización, aunque indudablemente sirvió como estímulo para la aculturización y asimilación. A la vez, abrió canales para dar pie a corrientes renovadoras dentro del judaísmo.
Tomado de Tribuna Israelita
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