Rabino Isaac A. Sacca
Vamos a analizar uno de los grandes interrogantes del ser humano, del hombre como ser que sufre, que siente dolor y angustia por los acontecimientos; que se conflictúa por ciertas circunstancias que le tocan vivir. Prácticamente no existe nadie que tenga una vida total y únicamente plena de felicidad y satisfacción.
Por lo general, los seres humanos nos estamos quejando de nuestra situación y nos preguntamos 'porqué me pasa esto a mí'.
Cuando nos preguntamos eso, quiere decir que consideramos que lo que nos está ocurriendo es una injusticia, que no lo merecemos y que hay gente peor que uno, más merecedora de castigo. Pensamos también que uno no insultó, no robó, no estafó y no mató a nadie; sin embargo, a pesar de todo eso, de la piedad, del buen comportamiento y de la solidaridad que creemos haber demostrado, justo a nosotros nos pasan estas cosas.
Porqué me pasa a mí
Ésta es una de las grandes dudas que prevalecen consciente o inconscientemente en nuestro pensamiento, todos los días. '¿Porqué me pasa esto a mí?' Nos preguntamos. Y sentimos que nuestra vida es una injusticia, que no nos corresponde semejante padecimiento. Por ejemplo, en el terreno del estudio: estamos cursando una materia y nosotros como buenos alumnos nos dedicamos toda una semana al estudio, nos encerramos y hasta no estamos para respoder cuando nuestros padres nos piden algo. Postergamos compromisos sociales y salidas, incluso con nuestra pareja.
Nos dedicamos exclusivamente a estudiar.
Y por otro lado, nuestra compañera que tiene también que rendir la misma materia, en la semana previa al examen se va a bailar, va a las reuniones de Alternativa, ayuda a los padres, sale con el novio, va al cine, no pide licencia en el empleo.
La primera persona supone que le va a ir bien en el examen, y que a su compañera, no.
Sin embargo, héte aquí que cuando llega el momento del examen la primera persona se topó con preguntas de temas que no había profundizado; y la segunda, que había dedicado menos tiempo a preparar ese final, se halló justo ante preguntas que supo responder con holgura.
Y sucede que la chica -o el joven- que estudió, se esforzó y se sacrificó no rindió la materia; y la otra, contenta y feliz, sí.
Premio y castigo a la autoexigencia
Entonces la reprobada se pregunta, porqué justo a ella que estudió tanto le tocaron los temas que no los tenía claros; y porque a su compañera que sólo estudió algunos temas, le preguntaron justo lo que ella sabía. Se cuestiona entonces: '¿No es una injusticia que yo que estudié tanto no haya aprobado y ella que estudió muy poco haya aprobado?'. Y en la pregunta ya tiene la respuesta: lo considera una injusticia.
Algo análogo sucede también en el ámbito del trabajo. Están aquellos que se esmeran y buscan permanentemente superarse, haciendo cursos, aprendiendo idiomas y computación, etc.
Sin embargo, a la hora de hallar empleo, no tienen éxito. Sea porque se pusieron nerviosos durante la entrevista de admisión o por algún otro motivo.
Mientras que, otras personas que no son tan celosas del trabajo ni son tan exigentes consigo mismo, tienen mayor fortuna. Son las personas encuadradas en el primer grupo las que consideran esto como una injusticia.
Y hasta en el campo de las relaciones sentimentales, ocurre muchas veces algo análogo. Un muchacho, por ejemplo, muy correcto y de buena familia. Con estudio, empleo, sanos hábitos de vida, muy valorado por las personas que lo conocen, de buen aspecto, etc., supone que tal chica, la más agraciada, simpática y educada del grupo de personas amigas que integra, es la chica para él. Y sucede que, cuando la invita a cenar o a ir al cine, ella le da una respuesta negativa. Y, para colmo, comprueba poco después que ella ha comenzado a salir con otro muchacho, justamente el menos apocado del grupo, el más mentiroso, con algunos fraudes entre sus antecedentes, etc. Es más, al año se están casando, con la jupá y en el Beit Haknéset, más una gran fiesta donde aquel fue también invitado.
Entonces el muchacho que no tuvo éxito se pregunta: '... cómo, yo estoy todavía esperando una novia y aquel, que era menos serio y más cuestionable, ya se casó y justamente con esa chica, a la que yo aspiraba ...'.
Y, sin consuelo agrega: 'Ella justo a él le dijo que sí, sabiendo lo que es él y lo que soy yo'. Por lo que concluye: 'Es una injusticia'.
Estas llamadas 'injusticias' las hallamos en todos los órdenes de la vida: en el estudio, en el trabajo, en el amor. Y hasta también creemos hallarlas en el campo de la salud.
Hay quienes envidian a una persona que, por ejemplo, llega a anciano y puede fumar cigarrillos y hasta juega al tenis. Y se ven a si mismos, con una edad de treinta años menos y padeciendo enfermedades, pese a haberse cuidado siempre. Entonces esta última persona se mira con un sentimiento de injusticia, porque el otro llegó a anciano en plenitud y él, en cambio, tiene trastornos físicos y necesita a alguien que lo acompañe para ir a dar un paseo. 'Es una injusticia de la vida', piensa también esta persona.
La desilusión
Esta pregunta nos la hacemos todos los días, consciente o inconscientemente. Y es una pregunta que daña tanto a la persona que se la formula, como a la sociedad en la que ésta se desempeña.
Y hoy en día, el mundo en que vivimos está como está, en gran parte porque todas las mañanas nos preguntamos '¿por qué me pasa esto a mí?'. Una de las consecuencias es la extrema competencia desatada. Que transforma a la ciudad en una jungla.
Pero antes de eso, si nos situamos en la propia persona, vemos que la suya es una vida de dolor y sufrimiento. Cuando una persona piensa que le está ocurriendo una injusticia, entonces se siente angustiado, atacado y despreciado por la vida. En síntesis, se halla 'desilusionado'. Pierde la ilusión de vivir.
Esa persona confió en que siendo una buena persona, portándose bien y haciendo el bien obtendrá como resultado que le va a ir bien en la vida; y ahora ve que no es así. Entonces su vida se transforma en un martirio, en un consante dolor.
Cada día que se levanta, en vez de disfrutar del sol, de las plantas, de escuchar música, pasear, compartir con sus amigos y con su familia vive el resentimiento de la desilusión. Siente que todo es una pena, un dolor y una angustia.
Es muy triste comprobar que, hay muchas personas que piensan 'No me merezco yo esta vida'; sea que consideren que no se merecen lo que les hizo el novio -o la novia-, lo que les pasó en el trabajo o la merma de la salud que padecen. O varias vicisitudes juntas.
Los consejos del Rey Salomón
Si uno está pensando que no se merece las cosas que le pasan, sufre constantemente. De ahí entonces que sea sumamente útil remitirnos a los sabios consejos del rey Salomón, que en su libro 'Mishné'(Proverbios) se ocupó de esta cuestión. O sea que el tema tiene bastante antigüedad.
En uno de los capítulos, el rey sabio nos propone que debemos erradicar de nuestra mente la pregunta '¿por qué a mí?' para evitar que nuestra vida sea un permanente tormento.
Además, nos dice, que esta pregunta encierra una actitud que traerá consecuencias negativas para el resto de la sociedad. Dado que está subyacente el pensamiento de que a los buenos les va mal y a los malos les va bien. Y la consecuencia de esto es que deduciremos que no es negocio ser buenos. Por lo que nos transformaremos también en malos, con las pésimas consecuencias para la sociedad.
Si se concluye que para estar bien se debe hacer lo que hacen los estafadores, corruptos, ladrones y delincuentes en general, se sumarán a las filas de éstos. Y dejarán de ser personas correctas, bondadosas y piadosas.
Si lo llevamos a los ejemplos antes citado, quién tratará de ser correcto y educado si eso no sirve para conseguir novia.
Empezando a ser malos
El riesgo de quien piensa que se trata de una injusticia, es que va generando en sí mismo la tendencia a hacer el mal. Llegará el día en que luego de rumiar constantemente 'porqué me pasa esto a mí, si soy bueno y debería obtener mejor premio en la vida', llegué a la poco feliz deducción de que entonces deba dejar de ser bueno y empezar a ser malo. Así, si el mundo entero pensara de ese modo, llegamos a la jungla que mencionáramos antes. Se trata entonces de un mundo hostil donde cada uno busca el beneficio personal, sin importarle los medios que tiene que utilizar para llegar al mismo.
Arribamos a dos ámbitos igualmente inquietantes. En el personal, esa pregunta cuestionadora no nos deja vivir tranquilos. Y en el social, la consecuencia es que la sociedad se corrompe a través del prevalecimiento de esta duda en el seno de nuestra conciencia.
Primero está el corazón
Si retomamos lo que dijo el Rey Salomón, observamos que, en el versículo 5 del capítulo 3 del libro señalado, afirma: ' ... Confía en D"s con todo tu corazón, y no te apoyes en tu entendimiento... '.
Es decir, que el Rey Salomón ya sabía que nuestro entendimiento muchas veces nos va a decir que el bien no es negocio y que el mal sí lo es. Entonces, el consejo que él da para tener una vida mejor, como seres humanos y como miembros de una sociedad, es confiar en D"s.
Es bueno ver qué tipo de razonamiento podemos adjudicar a esa fe o a esa confianza en D"s. Porque es fácil decir 'confía en D"s', pero uno le pide al Rey Salomón que nos dé una explicación. Porque lo que se deduce del planteo del Rey Salomón es que nuestro entendimiento es muy frágil y relativo. Cuando llegamos cada día a alguna conclusión, es muy probable de que lleguemos a conclusiones falsas.
Esto nos remite a lo que fue el principio de la vida humana. En esos tiempos la gente observaba un fenómeno natural y a partir de allí sacaba sus conclusiones. Los primeros habitantes de la tierra que observaban el planeta no podían percatarse de que la tierra es redonda. Aún hoy, si sólo nos guiamos por nuestra observación, de ninguna manera llegaremos a ver la redondez de la tierra. Se deducía que la tierra era cuadrada y que el sol giraba alrededor de ésta.
Por lo tanto, no nos apoyemos sobre las conclusiones de nuestro entendimiento. Lo interesante es que aún la premisa de que 'yo soy una persona buena' puede incluso ser una conclusión apresurada.
En general, uno escucha a tanta gente decir de sí misma que es buena, que debe preguntarse entonces si los malos existen. Por ejemplo, casi todos los jueces dicen que hay jueces corruptos. Pero siempre el que hace esta declaración pública se refiere a los otros. De él mismo piensa que es buena persona.
Falla el entendimiento
Por lo tanto, el planteo del rey sabio debemos entenderlo en esta dimensión. Cuando nuestro entendimiento nos dice que somos buenos, puede estar equivocado.
Pero más que nada, lo que puntualiza el Rey Salomón apunta también a otro aspecto. A que el entendimiento puede tambén no ser confiable cuando deducimos que lo que nos está pasando es malo.
Sin embargo, lo que nos está ocurriendo puede ser que sea bueno y que uno considere que sea malo. Como puede ocurrir también que cosas que sean malas, uno -por la equívoca intervención del frágil entendimiento- las considere buenas.
El Rey Salomón nos advierte que no nos apoyemos en nuestro entendimiento, que por ser frágil puede dejarse llevar por intereses, tendencias, modas o costumbres.
Repecto de nuestro entendimiento, vale observar que, la mayoría de nosotros no conocemos demasiado acerca de simples elementos que utilizamos cotidianamente, sean los ascensores, los autos o los remedios que tomamos. Pero en cambio, todos pretendemos conocer muy bien los temas metafísicos de la esencia humana y del bien y del mal. Habrá que ver si esto último es así, o se trata de la fragilidad de nuestro entendimiento que nos hace presumir con conclusiones apresuradas.
Él te encaminará
Por lo tanto, no debemos hablar de lo bueno y de lo malo sólo por una simple observación superficial; primero tenemos que hacer una profundización de lo que nos está ocurriendo para saber si es realmente bueno o malo.
Por eso el Rey Salomón nos pide que confíemos en D"s, que seguramente lo que nos está pasando es para nuestro bien. La idea del rey sabio es que D"s trata gradualmente de concientizarnos de que lo que nos está ocurriendo es bueno. Y si nuestro entendimiento nos dice lo contrario, se equivoca y debemos dejarle de lado.
Confiemos en D"s y no en nuestro entendimiento, que éste no es la última palabra, es lo que aconseja el Rey Salomón.
En el versículo siguiente, nos dice: ' ... en todos tus caminos reconoce a D"s y Él te encaminará en el éxito ... '. Aquí se refiere al hombre que está por optar qué hacer. Y tiene dos alternativas: una es el mal y otra es el bien.
En todos tus caminos trata de concebir la presencia de D"s delante tuyo. Es decir, frente a cada circunstancia, debemos preguntarnos qué diría D"s que tienes que hacer o que decir. 'Él te encaminará en el éxito', nos dice el Rey Salomón. Y, aunque al principio uno no lo vea claramente, D"s significa el bien, significa hacer el bien para tener éxito.
Buscar la vía correcta
De nuestro lado, independientemente de apresuradas concluisiones, lo que debemos hacer es, siempre, buscar la vía correcta. Así, por ejemplo, ante un examen ponernos a estudiar debidamente. La otra vía, en cambio, sería abandonarse y esperar contar con la ayuda de la suerte. Lo correcto es ponernos a estudiar yprepararnos a conciencia. para el examen.
Nuestro esfuerzo debe ser siempre la primera actitud a adoptar. Más de una ocasión se apersonó a mi despacho algún estudiante universitario pidiéndome si puede rezar allí, para que le vaya bien en el examen que debe rendir. Mi resupesta en esos casos, es negativa. ¿Qué significa rezar para que le vaya bien en un examen? Si bien para todo se necesita la ayuda de D"s, rezar se reza primordialmente para obtener algo que está más allá de nuestro alcance.
Porque si uno quiere aprobar un examen, y estudia, lo va a rendir bien. Puede también pedirle a D"s que lo ayude. La Guemará y el Talmud dicen porqué debe uno rezar. Y debe hacerlo principalmente cuando su pedido apunta hacia lo que está más allá de nuestras posibilidades como seres humanos.
Elegir la vía incorrecta, que a veces nos parece la más fácil, puede tener resultados desastrosos. Sin pasar a analizar lo que es la elección de una vida de inmoralidad y corrupción, simplemente deteniéndonos a pensar en la aventura de llegar a un examen escrito y copiarse del estudioso compañero de banco que la fortuna ubicó a nuestro lado. Pensemos que las cosas salieron inicialmente bien, que ese y otros exámenes fueron aprobados. Y que nuestro estudiante, por ejemplo de medicina, es luego un médico recibido.
Qué terible jugarreta del destino sería que ya como médico, deba atender a un paciente con una patología cuya curación desconoce porque ése era el tema de aquel lejano examen en que se copió. Ya no tendrá a su compañero de banco para echarle un vistazo a sus apuntes...
Tendencia natural
En un tercer versículo de Proverbios, nos dice el Rey Salomón: 'No te consideres sabio en tus propios ojos; respeta y honra a D"s y apártate del mal'. Esto quiere decir que no presumamos de listos. Y también que no pensemos que somos sabios en nuestra posible elección por el camino del mal.
Su mensaje es: 'Teme a D"s, como si nos estuviera controlando, y apártate del mal'; es decir que para el Rey Salomón hay una tendencia natural en el ser humano para reconocer el bien y el mal. Cada uno lo sabe, el hombre maneja el entendimiento. Uno sabe cuándo un acto es bueno o malo. Golpear a alguien, por ejemplo, está mal.
No se trata sólo de decidir de acuerdo a las consecuencias -si serán buenas o malas-, sino atendiendo las causas. Nuestra vida tiene que estar regida por el bien y el mal de lo que hacemos y no sólo de lo que va a suceder después.
En el ejemplo anterior, no copiarse en el examen es el bien, aun cuando en un principio pueda ser contraproducente porque reprobará el examen dado que no se preparó bien para el mismo. La consecuencia sería negativa, ya que postergaría su graduación.
Pero no importa, así debe ser porque ése es el bien y lo otro -copiarse- es un acto malo.
Las consecuencias -por lo menos las inmediatas- serán malas, pero hay que manejarse por las causas y no por las consecuencias.
El preámbulo del Rey Salomón nos dice: 'Confía en D"s, teme a D"s, ténlo en cuenta en todos tus caminos'.
Dos motivos
La pregunta es cómo se puede llegar a explicar que algo que para nosotros es malo, en realidad es bueno. Analicemos esto en función de las palabras del Rey Salomón. Éste plantea la existencia de dos motivos por los cuales nosotros padecemos algún mal o conflicto.
Por un lado, están los males que son producidos por propia negligencia, consecuencia del propio descuido personal. Por ejemplo, una persona sale a la calle completamente desabrigada en una jornada del más duro invierno. Es probable que luego enferme; en esta circunstancia, se halla guardando cama, con fiebre, dolor de cabeza, dificultades para respirar bien, sintiéndose muy débil, etc.
Y se queja: '¡¿Por qué me pasa esto a mí?!' Ahora, ¿quién tiene la culpa de esto?: él mismo. Es decir, que hay muchos males que son producidos por nosotros mismos. En realidad, gran parte de los problemas que tenemos se deben a que no cuidamos nuestra salud -por ejemplo con conductas como fumar y beber alchohol más de lo aconsejado-; no controlamos nuestras propias tentaciones y nos dejamos empujar por nuestras inclinaciones materiales y terrenales. Muchas veces cedemos ante la tentación y caemos en la envidia, la injuria, la difamación, el robo, el delito. Y al final todo eso va a resultar en contra nuestra.
O sino, detengámonos en ciertas conductas inoportunas. Por ejemplo, cuántas veces pensamos: '¡Ojalá nunca hubiese dicho eso!'. Sucede que justo a una señorita se le escapa un concepto sobre otra señorita, en un lugar donde habían varias personas. Resulta que la invocada era conocida por nuestro interlocutor, o por alguien que estaba allí merodeando.
Y al otro día le toca padecer una situación engorrosa, porque la persona de referencia se acerca y le dice: 'vos que sos mi amiga, dijiste esto de mí, ¿no te da vergüenza? ... tantos años estudiando juntas, compartiendo momentos, ¿y hablás así de mí?'.
Esto es un mal momento: pasamos un papelón, sufrimos vergüenza. Pero, como en este ejemplo, la misma chica que se apresuró en el concepto se metió en un lío. Esto independientemente si era o no cierto su juicio, pero correspondía tal vez decírselo primero a la persona que se creía su amiga.
Así, de manera análoga, gran parte de los problemas que tenemos son producidos por nosotros mismos. Por comportamientos apresurados, inpensados o producto de un impulso momentáneo. Por eso en dichas circunstancias, como la del señor que salió muy desabrigado en una noche extremadamente invernal y luego enfermó, la respuesta a la pregunta '¿ porqué a mí ?' debe ser sólo una: 'porque yo mismo me lo provoqué'.
Otra situación, más extrema, es aquella en la que uno se clava intencionalmente un cuchillo y, dolorido en el momento en que le sale sangre y se siente morir, exclama: '¿ por qué me matas D"s ?'.
Dos historias bíblicas
Es muy común que las personas busquen la forma de culpar al otro. O de atenuar en todo caso la propia responsabilidad. Tal como en el comportamiento de los niños: cuando la mamá les pregunrta quién rompió el vaso, miran hacia el costado al hermanito o hermanita. O, si es muy evidente su autoría, dicen que la culpa la tiene el hermanito que justo le habló cuando él tomaba el vaso.
Algo análogo sucede muchas veces con los adultos. Por eso ya en la Biblia, se nos dice que hay una grandeza especial en reconocer los propios errores de manera espontánea. Y a esto nos remiten dos historias de dos pecados de dos grandes reyes de Israel (los dos primeros que tuvo), Saúl y David. Con distinto comportamiento, recibe uno el castigo y el otro la recompensa.
En la primera historia, se nos dice que al Rey Saúl un profeta, por orden de D"s le encomendó una misión: conquistar y destruir una ciudad del pueblo de Amaleq. Dicho pueblo tenía como objetivo destruir al Pueblo de Israel.
Y le dijo D"s al Rey Saúl que no deje con vivo a ningún ser viviente en ese pueblo de Amaleq. Cuando el primer rey de los judíos volvió triunfante de su misión, aparece ante él el profeta y le pregunta: '¿Has cumplido con la palabra de D"s?'. 'Sí -responde el Rey Saúl-, tal cual como me lo ha exigido'. '¿Y porqué estoy escuchando ruido de ganado?', lo interroga el profeta. '¡Ah!, -replica el rey- ése es el ganado que trajimos para rendir un sacrificio a D"s, porque nos dio éxito en la guerra'. 'Pero la orden era -le recuerda el profeta- que tampoco quedara vivo ningún animal'. El Rey Saúl vuelve a insistir en su autojustificación: 'Quería dar un sacrificio a D"s'. Entonces el profeta fue terminante: 'D"s no quiere sacrificios en su honor sino que cumplan con sus órdenes. ¿Por qué hiciste eso?', le increpa. 'No -dice el Rey Saúl-, lo que ocurre es que la gente me lo pidió y no pude negarme. Me he equivocado'.
'Tu disculpa ya no es válida -le responde el profeta- ... ahora no estás perdonado y has perdido tu reinado para siempre'. En efecto, fue Shául fue el último de su dinastía, aunque su hijo reinó un par de años.
El reinado pasó a la testa de David.Y justamente con el Rey David tenemos el segundo relato bíblico que ejemplifica este tema, pero ya con un resultado distinto.
Sucedió que el Rey David salió una noche a tomar un poco de aire fresco a la terraza y desde allí ve en otra terraza contigua, una mujer que le llamó la atención por su belleza. La mandó a llamar y se trataba de Batsheba. Se dio cuenta de que estaba casada. Pero eran tiempos de guerra y su esposo, Uriagiti se hallaba combatiendo en el frente.
Según lo cuenta la Biblia, David la conquistó y se casó luego con ella.
De todos modos, vale aclarar que la legislación de la época determinaba que cada vez que un guerrero salía al combate, su mujer recibía el divorcio. Dado que en muchos casos no se sabía más acerca de la suerte del soldado y no se encontraba el cadáver.
Esto quiere decir que legalmente Batsheba era una mujer libre, pero sentimentalmente todavía estaba ligada a su esposo, que estaba haciendo la guerra.
El Rey David se apoyó en la ley jurídica; pero fue un error porque un hombre como él no tenía que haberlo hecho. Tenía que haber comprendido que seguía vigente el amor de la mujer hacia su marido.
Luego Uriagiti se murió en el frente de batalla y David Hamélej pudo casarse con Batsheba; de esta unión nació su hijo, el Rey Salomón.
El relato bíblico nos dice que más tarde el profeta Natán se apersonó a David y le dijo que le iba a contar una historia que ocurrió, para que David la juzgue.
Y Natán le cuenta que había un hombre que tenía muchas ovejas y tenía ganas de comer; se apiadó de sus propias ovejas y le robó la oveja a su vecino, que tenía una sola oveja. La degolló, la descuartizó y se la comió.
'¿Cuál es la ley de este hombre?', le preguntó el profeta. 'Debe ser condenado, es un delito lo que hizo', le respondió el Rey David. 'Ese hombre eres tú', le replicó el profeta. Era fácil de entender la metáfora. Dado que el Rey David podía tener las mujeres que quisiera, quién de ellas no se iba a querer casar con el rey ... justo él tuvo que ir a buscar una mujer que tenía una relación sentimental con otro hombre, aunque la circunstacia le haya dado visos de legalidad.
El caso es que el Rey David no usó entonces ninguna excusa ni ningún otro tipo de artimaña verbal. En seguida se arrodilló, se disculpó y dijo: 'Pequé ... no pude ceder ante la tentación ... '. O sea que, aceptó su error y recooció que provenía únicamente de él. De su propia tentación, como él mismo lo reconoció. En este reconocimiento estaba la grandeza moral.
Pese a que era un papelón, el Rey David, el tzadik, el piadoso tuvo que oír un reproche y un sermón del profeta Natán. Pero el Rey David tuvo la grandeza de no decir '¡Porqué D"s me haces estas cosas!' sino que reconoció que él mismo se lo provocó, que de él era la culpa. El resultado fue que el Rey David fue perdonado, justamente porque reconoció sin titubeos su pecado. Mientras que Shaúl Hamélej no fue perdonado porque vaciló en reconocer su pecado.
Lo que nos hace el destino
Ahora pasaremos a abordar el segundo grupo de problemas. Es decir de aquellos que no nos provocamos nosotros mismos, sino los que padecemos por el destino.
Por ejemplo, aquella persona que cuidaba su salud. Era sano en su comportamiento, en su comida, en su vida, y de repente lo atacó una enfermedad que lo dejó sin fuerzas y lo obliga a estar en la cama, no puede salir a trabajar, está en peligro su parnasá (= su sustento), etc.
El no se lo buscó, ese mal vino del cielo, puede decirse. Y el Rey Salomón nos dijo: 'Confia en D"s que todos los problemas que te presenta la vida sin que te los hayas buscado, tienen también un beneficio'. Entonces nos preguntamos en que se beneficiará con ese mal.
Inesperado beneficio
Un ejemplo elocuente de esto, lo constituyen aquellas personas que llevan durante mucho tiempo un vertigioso ritmo de vida, especialmente por su enorme dedicación al trabajo. Y de repente, cuando por su enfermedad deben guardar reposo en cama, sus días son distintos y empiezan a descubrir que cerca suyo lo rodean personas con valores dignos de ser ponderados. Personas de su propio grupo familiar a los que ni siquiera les prestaba atención en los días del vértigo. De repente, estando enfermo se da cuenta que no visitaba a sus padres, que éstos ahora lo visitan seguido y redescubre afectos. Empieza a conversar con ellos y a reencontrar cosas que había olvidado.
Fin de la confusión
Descubre entonces que su vida estaba adormecida. Que ese enloquecedor ritmo de aquellos días de trabajo ocultaban facetas de su mundo de relación y valores que antes no aprovechaba. Tanto con sus padres como con su esposa o con sus hijos. Entonces el beneficio que obtenga ha de ser que, cuando llegue el día que este hombre se recupere, va a extrañar los momentos que vivió en su casa durante la enfermedad.
Pero cuando se recupere, ya no se va a confundir. La enfermedad lo ayudó para encontrar valores que él no tenía antes en cuenta. Valores que enriquecen, ennoblecen y enaltecen su vida; si no hubiera sido por la enfermedad este hombre hubiera seguido siempre metido en el trabajo y olvidándose de todas las demás cosas bellas que hay en la vida. Y que ahora sabe apreciar.
Esto nos hace variar sobre nuestra visión; es un shock de 180 grados. Sólo cuando ocurre una conmoción en nuestra vida, como un gran padecimiento o una enfermedad podemos llegar a tener otra visión de la vida. Entonces, de repente uno se descoloca y ve las cosas desde otro punto de vista. Reconoce la existencia de otro ángulo. Es como cuando no vemos la lapicera que está en el escritorio; sólo la notamos cuando nos ubicamos en otro ángulo del mismo.
Aunque no sea inmediato sino posterior, obtendremos siempre un beneficio de las conmociones y los padecimientos. Y nos ayudará a salir de la confusión en la que vivíamos.
La armonía en el Universo
El Rey Salomón concluye el capítulo en el que habla sobre las injusticias de la vida que en realidad no lo son, afirmando:
' ... D"s concibió la tierra con sabiduría y estableció los cielos con entendimiento ... '.
Otro elemento que nos ayuda a comprender que debe haber justicia en todo lo que nos acontece, es cuando observamos la armonía que existe en el universo. D"s creó un mundo tan complejo y perfecto, en el que todo está en orden y sincronizado.
El mundo está programado para que todos los días salga el sol, todas las noches salgan la luna y las estrellas, para que los árboles crezcan, para que el viento limpie la suciedad del medio ambiente, para que todos los mecanismos naturales y ecológicos se produzcan a la perfección en la tierra. Y para que las galaxias, los planetas y los astros viajen a través del universo sin que choquen ni se produzca ningún caos astronómico.
Tanta perfección, tanta concepción de una armonía universal no puede desequilibrarse afectando a una de sus criaturas.
Hay que comprender que cada uno de nosotros es parte del universo y que sobre nosotros recaen también las armónicas leyes del universo: de la perfección y el equilibrio ecológico. También hay una ley del equilibrio entre nosotros mismos. Por lo que no es atinado pensar 'justo a mí me pasan todas las cosas al revés'.
Es imposible concebir que haya injusticia en una persona. Todo está programado desde la perfección. También lo que nos pasa puede ser o porque nosotros nos lo provocamos o porque D"s nos está ayudando para que tomemos conciencia de las buenas cosas de la vida.
Como un padre
Por último, dice el Rey Salomón: ' ... D"s trata a sus criaturas como un padre trata a sus hijos ... '. Muchas veces el padre tiene que castigar al hijo: 'hoy no vas a salir', 'no vas a ir a lo de tu amigo', 'no te compraré el paquete de figuritas'.
¿Qué pasa con ese chico? En ese momento, llora. Más aún: se desespera, suplica, se golpea, etcétera. Sólo dentro de unos años ese dolor que tuvo cuando era pequeño lo va a ayudar para encaminarse, doblegar su instinto y autocontenerse en las situaciones en las que lo va a necesitar.
Estamos formando a nuestro hijo. Lo ayudamos para que sea una buena persona. Y atraviesa por momentos de dolor, llanto, sufrimiento.
Él no se lo buscó, fue el padre quien se lo impuso.
Pero muchas veces D"s actúa con nosotros como un padre. Cuando tenemos un dolor o un padecimiento que trasciende nuestros propios actos, que nos vino del cielo, debemos comprender que no puede ser un mal. Nada de lo que nos acontece es malo, simplemente no llegó aún el tiempo para que veamos los resultados del bien que nos llegarán como consecuencia de este presunto mal.
Sintetizando, cuando estamos frente a las adversidades, debemos distinguir entre éstas, dos tipos: 1- las que nos hacemos por culpa nuestra: 2- las que nos caen del cielo, pero que a largo plazo son también para nuestro propio bien.
Tomado de Masuah
Publicado por Shabuatob