La Comunidad Judía de México expresa su solidaridad con Israel, su condena al terrorismo y su apoyo a la paz

 En un acto multitudinario la Comunidad Judía de México manifestó su solidaridad con Israel, su condena al terrorismo en contra del terrorismo y su apoyo a la paz.
En el evento, el Lic. Marcos Metta Cohen, Presidente del Comité Ejecutivo del Centro Deportivo Israelita, quien fungió como maestro de ceremonias, dio la palabra al Lic. Alfredo Zonana Ison, Presidente del Comité Central de la Comunidad Judía de México; al Lic. Daniel Liwerant, Dr. Honoris Causa por la Universidad Hebrea Jerusalem y miembro del Consejo de Gobernadores de la Agencia Judía Mundial; y a Javier Gelwasser, Presidente del Consejo Ejecutivo Mexicano de Juventudes Judías, quienes manifestaron su solidaridad con el Estado de Israel, patria espiritual del pueblo judío, con su capital eterna, Jerusalem.
Sumándose a la vocación pacifista de México, la Comunidad Judía condenó enérgicamente los ataques terroristas perpetrados en contra de población civil inocente, que ansía ver el final de esta absurda confrontación, desea vivir en paz, armonía y prosperidad con sus vecinos.
Expresó su solidaridad con todas aquellas familias israelíes que han sido víctimas de estos cruentos ataques, transmitiéndoles un mensaje de esperanza, que pruebe que el único camino a la convivencia es la paz y la negociación.
Por último, se pronunció contundentemente por la paz en Medio Oriente e hizo votos por el fin de la violencia.
           
Palabras del Lic. Alfredo Zonana Ison
Hace casi 100 años se sentaron las bases de la Comunidad Judía de México, con migraciones provenientes de Europa Central y Oriental, los Balcanes y Medio Oriente. Nuestros abuelos y bisabuelos encontraron en México un país liberal, con respeto a los diferentes grupos. Un país que abrió sus puertas cuando otros las cerraban. Un país de oportunidades que permitió desarrollar proyectos, tanto personales como comunitarios. Un país con vocación pacifista del cual somos orgullosos ciudadanos y con el que estamos completamente comprometidos y agradecidos.
El día de hoy nos encontramos presentes, líderes, hombres, mujeres, personas de la tercer edad y jóvenes. Sobre todo jóvenes, que son el futuro de nuestro pueblo. Todos nosotros, integrantes de la Comunidad Judía de México, para manifestar nuestra solidaridad inquebrantable con el Estado de Israel, la Patria espiritual del Pueblo Judío con su capital eterna, Jerusalem.
Nos encontramos también para pronunciarnos contra el terrorismo que hoy amenaza la existencia misma de la sociedad israelí.
Por 54 años de la historia moderna de Israel, éste ha sido obligado a enfrentar diferentes guerras. Desde la primera en 1948, cuando los países árabes se negaron a reconocer la resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en que se creaba un estado judío y un estado árabe. El Estado de Israel, nació a consecuencia de esta resolución, pero el Estado árabe fue abortado por el ataque lanzado por parte de los cinco ejércitos mejor equipados del Medio Oriente en ese momento, Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak, así como un contingente de Arabia Saudita, con el objeto como lo anunciaron ampliamente de “lanzar a los judíos al mar”.
Tras casi un año y medio que duró la Guerra de Independencia de Israel y que tuvo un costo muy alto en vidas humanas, Egipto se apoderó de la Franja de Gaza y Jordania de la Margen Occidental del Jordán, así como de la parte oriental de Jerusalem. Gaza, y Cisjordania en lugar de convertirse en el Estado Palestino, quedaron bajo dominación de sus propios hermanos árabes.
Sin embargo el pueblo palestino no fue siquiera aceptado en esos territorios, por el contrario fue mantenido en campos de refugiados en condiciones infrahumanas para uso de propaganda anti-israelí. Durante casi dos décadas de posesión árabe de estos territorios, no se escuchó un solo alegato de “ocupación” o a favor de la autodeterminación del pueblo palestino.
De hecho en 1964, aun con Egipto y Jordania en control de estos territorios se crea la Organización para la Liberación de Palestina, apoyada por Arabia Saudita y Egipto a cuyo frente quedó Ahmed Shukeiri, pero que muy pronto encabezaría Yasser Arafat, con el propósito expreso de eliminar al Estado de Israel, no de recuperar los territorios ocupados por los países árabes.
En junio de 1967, impulsados por el panarabismo de Nasser, Egipto, Siria, y Jordania vuelven a amenazar a Israel con su liquidación. Esta vez en una guerra relámpago que dura solamente 6 días, Israel asesta una derrota contundente a estos países y quedan bajo su control las alturas del Golán desde donde los sirios disparaban diariamente sobre las granjas agrícolas y poblados israelíes al pie de esas montañas; el desierto del Sinaí hasta el Canal de Suez; la franja de Gaza; Cisjordania y la parte oriental de Jerusalem.
Al término de la guerra, Israel inmediatamente ofreció retirarse de los territorios a cambio de un reconocimiento de los países árabes y de vivir en paz y con fronteras seguras. En respuesta llegaron los famosos tres NO’s de Kartum, donde la liga árabe expresó claramente: No a la paz con Israel. No al reconocimiento de Israel. No negociaciones con Israel.
Tuvieron que pasar 10 años desde la guerra de los seis días, hasta que el Presidente Egipcio Anwar Sadat tuvo el coraje de aceptar la invitación del gobierno israelí para ir a Jerusalem y reconocer al Estado de Israel. En tan sólo 16 meses se firmaron los acuerdos con Egipto, a raíz de los cuales, Israel regresó todo el Sinaí, incluyendo los pozos de petróleo y los asentamientos que se habían construido como el entonces ultramoderno Yamit. Todo ello a cambio de un reconocimiento y un tratado de paz con fronteras seguras y definidas.
A principio de la década de los 90’s una nueva iniciativa culmina en 1991 con la Conferencia de Madrid que establece las bases para negociaciones bilaterales y multilaterales entre Israel y sus vecinos, incluyendo la OLP. En septiembre de 1993 se firma en la Casa Blanca la Declaración de Principios, basada en las negociaciones de Oslo que inicia un proceso en el que se crea la Autoridad Palestina y a quien se le entrega paulatinamente el control del pueblo palestino, hasta tener más del 90% bajo su control. Finalmente en julio del 2000, un intento por finiquitar las negociaciones en Campo David, ve la oferta del entonces primer ministro israelí Ehud Barak, que es sin duda la más completa jamás puesta en la mesa de negociación. La Autoridad Palestina obtendría el 97% del territorio, incluyendo parte de Jerusalem y el restante 3% se negociaría más adelante. Ante la sorpresa del mundo y en especial del Presidente Clinton. Yasser Arafat dijo NO. A su regreso Arafat empezó a planear su siguiente paso, la nueva Intifada donde la estrategia sería enfrentar a niños y mujeres contra las fuerzas armadas israelíes.
Desde que se firmó la Declaración de Principios, ha habido 51 ataques suicidas asesinos, con casi 400 muertos y miles de heridos, sin tomar en cuenta las decenas de ataques suicidas que solo produjeron heridos y las decenas de atentados que fueron interceptados o abortados antes del ataque.
Ningún país del mundo toleraría la cantidad de atentados terroristas que ha soportado Israel, sin tener una reacción que proteja a su ciudadanía. Esta seguridad es finalmente la primera responsabilidad de cualquier gobierno.
Nada, absolutamente nada, justifica el que terroristas se cubran de explosivos y deliberadamente se dirijan a una población civil e inocente y hagan detonar su carga para causar el mayor número de muertos y heridos posible.
Unámonos en una condena clara y contundente a estos ataques.
NO AL TERRORISMO. NO A LOS ATAQUES ASESINOS CON EXPLOSIVOS.
Al mismo tiempo queremos aprovechar para expresar nuestra solidaridad con todas aquellas familias que han sido víctimas de esos horrendos ataques. Queremos enviar un mensaje de esperanza. Un mensaje que pruebe que el único camino a la convivencia, es el de la paz y la negociación.
Hacemos un claro pronunciamiento y formulamos un ferviente deseo porque en muy poco tiempo reine la paz en el Medio Oriente y el Estado de Israel pueda vivir como es el deseo de sus ciudadanos, en un país con fronteras seguras y reconocidas, en armonía con sus vecinos.
Hagamos votos por el fin de la violencia, hagamos votos por la paz.
ADONAI YEBAREJ ET AMO ISRAEL BESHALOM
 
 
Palabras del Lic. Daniel Liwerant
La palabra shalom tiene un lugar central en el idioma hebreo.
Es el saludo de un ser humano a otro.
Significa también paz. Es el deseo de un pueblo que encontró en la tierra de sus ancestros la posibilidad de inaugurar una nueva vida de shalom, de paz, después de siglos de intranquilidad, de persecuciones y de exilio.
Sin embargo, este objetivo ha sido difícil de alcanzar. En 54 años de existencia del Estado de Israel no ha habido casi ningún día en que la guerra o el estado de guerra no signifiquen una seria amenaza.
Es el único Estado de entre los Estados jóvenes que aún no tiene fronteras permanentes con sus vecinos ni ha logrado firmar acuerdos de paz con todos ellos.
Aún más, ni siquiera figura en la amplia cartografía árabe.
Por el contrario, está bajo constante amenaza de aniquilación por estos mismos países y por las organizaciones terroristas que han proliferado en su seno.
Su existencia peligra. Las siete guerras que ha debido librar han empañado el noble proyecto de renacimiento cultural, social y político de nuestro milenario pueblo. Proyecto universal y humanista que se basó desde los inicios de su vida independiente, según se afirma en el Acta de Proclamación del Estado de Israel “...en principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los profetas de Israel...”; que prometió y cumplió “...salvaguardar los lugares santos de todas las religiones...”; que ofreció desde sus inicios ...”la paz y la amistad a todos los países vecinos y a sus pueblos...”.
Un Estado que surge para absorber a quienes creyeron en la idea de un hogar nacional judío y para dar refugio a los necesitados, a los sobrevivientes del Holocausto, a los refugiados y exiliados de los países árabes, a los inmigrantes de la ex Unión Soviética, de Etiopía y de los más diversos lugares de la tierra.
         
La memoria histórica funciona de muy variadas formas: inventando, minimizando, también banalizando y olvidando. Hoy, de frente al conflicto que vive la región, la responsabilidad en el ejercicio de la memoria histórica parece estar ausente: Se olvida que los árabes no aceptaron la partición de Palestina para establecer su propio Estado; tampoco lo quisieron en 1968, cuando al ofrecimiento de Israel “paz por territorios”, se contestó con el famoso dictatum de Jartum: No a la paz con Israel; No al reconocimiento de Israel; No a las negociaciones con Israel. También rechazaron el 94 % de sus tierras, incluida Jerusalén Oriental, en la insólita propuesta israelí de Campo David II.
Se ignora que los territorios ocupados no lo fueron primeramente por el Estado de Israel, sino por las propios naciones árabes –Egipto y Jordania- que de 1948 a 1967 jamás hicieron nada por aliviar el sufrimiento social y económico de los pobladores de Gaza y Cisjordania; mucho menos por edificar allí un Estado palestino, manteniéndolos en la marginación como arma de presión. ¿Se vieron entonces manifestaciones en contra de esta política mezquina?
Se ignora que el Pacto Nacional Palestino, documento fundacional de la OLP, declara que “la lucha armada —no la negociación— es el único medio de liberar a Palestina, y por tal motivo es estratégica y no táctica” (art. 9) y que es un “...deber nacional borrar de la gran patria árabe la conquista sionista e imperialista y erradicar de Palestina la presencia sionista” (art. 15). ¿Alguien levantó seriamente la voz contra esta política belicista?
En fin, se minimizan, se banalizan, se ignoran tantas cosas. Sin embargo, en tiempos de crisis la memoria histórica se exige y las responsabilidades también.
Lamentamos desde luego la nueva ola de violencia. Es más, no negamos nuestra parte de responsabilidad en ella. Más nunca la buscamos. La mano que tendimos durante una década, ha sido rechazada por la violencia terrorista que la nueva Intifada provocó. Violencia que ha sido organizada, armada e irresponsablemente dirigida por la propia Autoridad Nacional Palestina, cuyo propósito no es otro que el de interrumpir el proceso de paz.
          
El levantamiento de El-Aksa es una guerra declarada de una Autoridad que ha sido incapaz de crear instituciones políticas, civiles, económicas y sociales. Una Autoridad cuya existencia misma se sigue justificando al calor de una ideología del odio, del aliento al terror y el alabo a la martirologio irresponsable, suicida y criminal.
El terrorismo no es ya más un asunto marginal. Se ha convertido en un recurso de acción y en un supuesto medio para encontrar soluciones.
Es la negación de la política, de la razón y de la convivencia humana.
Por eso hoy decimos:
No a la distinción irresponsable entre “buen terror” y “mal terror”.
No a la distinción entre terrorismo y terrorismo de Estado.
No podemos consentir que el terrorismo se consagre como una supuesta nueva política.
Lamentamos el dolor y la muerte. Comprendan: el Estado de Israel está otra vez en guerra.
No la buscó, no la impulsó, no la quiso. Tiene que librarla.
Al igual que otras, la difícil guerra que hoy se libra causa dolor y muerte. Sin embargo, porque el lenguaje cuenta, porque esclarece o confunde, es necesario deslindar. Esta guerra no es ni genocidio ni exterminio deliberado de una población. Porque hubo enfrentamientos armados, hay muertos.
Nos duele. Alcancemos la paz.
Con la palabra también se está librando una batalla. Se detonan prejuicios que poco o nada tienen que ver con la crítica a un gobierno o a sus acciones, que en el mundo democrático es siempre legítima. No es el caso.
Se van sumando estereotipos negativos y viejos odios. El antisemitismo aflora: se descalifica, se sataniza. Hago un llamado a la responsabilidad.
La palabra debe esclarecer, no confundir ni perseguir.
El día de hoy, junto al repudio a los actos de terror, a las expresiones de antisemitismo y a la banalización de la memoria, expresamos nuestra solidaridad con el Estado de Israel.
La expresamos sin renunciar a nuestra diversidad interna y a nuestro pluralismo. Nuestro apoyo refleja la trayectoria histórica de la cohesión judía.
Juntos, entonces, desde esta solidaridad, hagamos un llamado al reconocimiento de nuestro derecho a existir y al derecho de todos los pueblos a una convivencia pacífica.
Hagamos que la palabra shalom mantenga su lugar central en el idioma hebreo.
No sólo como saludo de un ser humano a otro, sino también como el deseo de un pueblo que encontró en su renacimiento nacional, la posibilidad de inaugurar una nueva vida de shalom, paz después de siglos de intranquilidad y persecuciones. A ello no vamos a renunciar.
 
 
Palabras de Javier Gelbwasser
Shalom. En cada idioma existe una palabra para saludar y despedirse, con la que se inicia y terminan las conversaciones. En hebreo es "Shalom", que significa paz, muestra del anhelo de un pueblo. Entre los árabes "Salam" significa paz. Shalom y Salam, dos palabras tan semejantes como el anhelo de dos pueblos. Hoy, israelíes y palestinos también comparten una tragedia, una vida donde los padres entierran a sus hijos. Una realidad que ningún pueblo desea.
Hoy, hay quienes no desean la paz. No es un pueblo, no es una religión. Son los mismos que con sangre y muerte detuvieron la paz cuando parecía cerca.
Son los mismos que celebraron en el territorio palestino el asesinato de miles de personas en los atentados del 11 de septiembre.
Son los mismos que han llenado de sangre restaurantes discotecas, mercados.
Son los mismos que han masacrado a quienes rezaban y que ahora se esconden en una iglesia.
Son aquellos que educan a sus hijos con odio, que se esconden tras ellos y hacen de los niños, la esperanza del mundo, seres llenos de odio que aspiran a inmolarse en nombre de lo que ellos les dicen es Dios.
Son aquellos que en nombre de Dios destruyen lo que El creó.
Son aquellos para los que la vida no tiene ningún valor y quienes con su muerte suicida y el arrebato de otras vidas creen dar significado a la suya.
Son los que creen en el asesinato como una forma de expresión y en la vida como un recurso sacrificable para conseguir algo.
Este terrorismo es el cáncer de la humanidad
Nosotros, como mexicanos, afortunadamente no conocemos la guerra. Somos una nación amante de la paz, que practica las enseñanzas de Juárez: "El respeto al derecho ajeno entre las naciones como entre los individuos es la paz". Israel, hoy no es respetado por el terrorismo. El derecho a la vida ha sido violado, los ciudadanos israelíes hoy temen por su vida en un camión, en un restaurante, en una discoteca, en una festividad religiosa.
A este mundo enfermo de amnesia, le recordamos que cuando la paz parecía cerca, el terrorismo recrudeció y fue éste el que la detuvo con asesinatos y sangre. Durante dos años Israel buscando esa paz anhelada por ambos pueblos, pidió a Arafat que detenga el terrorismo. Dos años Israel pidió a Arafat que respete sus derechos. Dos años Israel esperó a que Arafat demuestre su anhelo por la paz, su anhelo por un futuro mejor para su pueblo.
Arafat, quien se había declarado dispuesto a dejar el terrorismo que tantos años había fomentado y practicado, demostró que no puede o no quiere detenerlo, que no puede o no quiere hacer la paz.
Hoy, Israel no espera más, no puede esperar mientras sus ciudadanos son asesinados.
Hoy los jóvenes judíos del mundo condenamos el terrorismo, así como a quienes lo permiten, lo celebran y lo justifican.
Hoy, en este mundo enfermo de amnesia condenamos a quienes parecen olvidar el Holocausto, el deseo e intento de eliminar de la faz de la tierra a un pueblo por el simple hecho de ser distinto, el asesinato de seis millones de judíos. Condenamos a quienes comparan lo incomparable y sólo desvanecen lo que con tanta sangre Hitler escribió, la masacre que sólo para los nazis fue solución.
Condenamos a quienes utilizan la tragedia de dos pueblos para manifestar su antisemitismo. Condenamos a la humanidad que permite que bajo la libertad de expresión se levante quien no respeta el derecho a ser distinto.
Condenamos a quienes dicen informar y distorsionan la información.
Hoy hay quien no desea la paz y no es un pueblo, no es una religión: es el terrorismo.
El terrorismo no es el enemigo sólo de Israel, es el enemigo del pueblo palestino, es el enemigo de la humanidad.
Hoy los jóvenes del pueblo judío, pueblo que dio a este mundo valores morales, los jóvenes que no nos conformamos y no creemos lo que es sino lo que debe ser, levantamos nuestra voz para que el mundo, un mundo enfermo de amnesia escuche: basta ya de violencia, basta ya de antisemitismo, basta ya de terror.
La paz es la única victoria de cualquier pueblo. La paz se hace pensando en el futuro no en el pasado. No es la guerra la herencia de nuestros padres sino la paz el legado a nuestros hijos.
Paz, Salam
Shalom
 
 

Material distribuido por Tribuna Israelita