Las diez tribus perdidas: cuando de ilusiones también se muere

Las clases de Sharona
Por Sharona Fredericko
Aprendió y editó: Marcelo Kisilevski   


En épocas de crisis, el pueblo judío se ha aferrado a sus mitos como a la última tabla de salvación. Uno de ellos es el de las Diez Tribus Perdidas, cuyo hallazgo habrá de acelerar la llegada del Mesías. Es también el mito de la solidaridad judía que, según nuestra profe de Historia, no existe. En la clase de hoy, Sharona pega duro a los judíos que se llenan la boca con que somos un solo pueblo, pero que no se juegan a la hora de la verdad. El que no lee la siguiente nota tiene ausente.

-Sharona, me he convencido de que el Mesías está realmente por llegar. ¿No te parece signficativo que haya tantas tribus perdidas encontrándose por todos lados? Aparecieron los etíopes, que parece que son de la tribu de Dan, y en Pakistán está la de Naftalí, que son como tres millones, y en Japón la de Zevulún. Y hay también en Sudamérica. La profecía dice que se reunirán todas las diásporas de todos los confines de la tierra. Más claro, echale agua. ¡Llega el Mesías!


-Primero, Marcelo, quiero preguntarte dónde tomaste esas drogas tan poderosas y por qué no me invitaste a una sesión. Veo que estás inspirado por un ardor mesiánico que te ha hecho perder varios tornillos. Hay ciertas organizaciones como la Sojnut, el Joint y otras, que viven de los números demográficos del pueblo judío, que están bastante trastornados por el supuesto descenso demográfico, y que siempre tienen que estar descubriendo nuevos agregados al pueblo, porque por el hecho de estar dominados por los ultraortodoxos, no pueden aceptar a los que se identifican como judíos que son producto de conversiones reformistas y conservadoras. Con todos esos miles, no tendríamos que buscar ni a las tribus perdidas ni a los cubiertos de tu abuela, sin intención de insultar a tu abuela.

-Por no hablar de los hijos de matrimonios mixtos, que son rechazados en los marcos comunitarios por no judíos a pesar de declarse judíos, vivir toda su vida en la conciencia y en la práctica de judíos, y ser muchas veces más fervorosos que muchos judíos "halájicos".


-Sí, es otro desperdicio monumental. Yo creo que hoy en día, cuando judíos y palestinos estamos enfrentando una situación de crisis total, en lugar de volcarnos hacia la escapatoria de siempre, que es la esperanza mesiánica de las Diez Tribus Perdidas, un mito que nos ha acompañado a lo largo de toda nuestra historia, y que nos ha impedido siempre actuar con claridad, sería mucho mejor enfrentarnos con la verdad, con la realidad de hoy. El pueblo judío tiene una tendencia espantosa a lidiar con un futuro inexistente en lugar de encarar los problemas actuales.

Las Diez Tribus Perdidas son el tema esotérico número uno que ocupa a centenares de intelectualoides judíos. Y perdón que los llamo intelectualoides, pero lo hago porque no se refieren al tema desde el punto de vista de un mito antropológico, que es interesante, sino que se refieren al tema como si se tratara de un hallazgo actual pasible de hacer. Es gente un poquito trastornada de mente, que a mi juicio están desperdiciando muchos recursos económicos del pueblo judío, que podrían ser mejor canalizados hacia el mejoramiento de comunidades judías existentes.

-Como la argentina, por ejemplo...


-Sí, no veo a la Sojnut invirtiendo para levantar a la comunidad empobrecida de la Argentina. En cambio, se van a Pakistán a buscar a los descendientes de la tribu de Naftalí. Mandan gente a Japón a buscar a los descendientes de Zevulún. Cuando honestamente, todo esto les importa un comino tanto a paquistaníes como a japoneses.

-Pero, ¿qué hacemos, Sharona? ¿Abandonar a nuestros hermanos paquistaníes y japoneses? ¿Sólo porque pasaron miles de años y probablemente no se acuerdan su origen tenemos que dejarlos a su suerte?


-Mira, Marcelo, te recomiendo que leas un libro de Jean Paul Sartre, escrito en 1946, Antisemita y Judío. Yo diría como dice Sartre en ese libro que uno, al fin y al cabo, es judío cuando se identifica como judío, y no cuando alguien externo lo identifica a uno como judío. Si puedo elevar un tema controvertido, porque al grabar esta clase acabamos de conmemorar un nuevo Día del Holocausto, diría que habría que recordarles a los ortodoxos, que tanto se llenan la boca con los seis millones, que si fuera por ellos, más de dos de esos seis no serían reconocidos por ellos como judíos, porque no eran de madre judía. Ellos murieron porque Hitler los definió como judíos, a través de las leyes de Nürenberg. Así que hablar de los paquistaníes y de los japoneses como nuestros "hermanos judíos"... Bueno, como antropóloga obviamente soy hermana de ambos pueblos como ser humano que soy, pero no como judía.


-¿Cómo surge el mito de las Diez Tribus Perdidas? ¿Por qué siempre surge en momentos de crisis?


-Como ahora, que estamos en crisis, y están apareciendo un montón de libros que hablan de la búsqueda de las Diez Tribus Perdidas. Todos se enfocan en Sudamérica, en Pakistán o en Japón. Mira, la idea ya se remonta a lo que yo llamo la primera gran tragedia nacional del pueblo judío. En el año 701 aec., los asirios invaden el territorio del reino de Israel. Para ir despedazando un par de mitos muy queridos por la historia oficial judía pero no por los historiadores serios, ya no éramos un pueblo: éramos dos. Ya antes nos habíamos dividido en dos reinos que hacían la guerra entre sí. O sea, al diablo con la idea de la solidaridad judía. Éramos doce tribus, descendientes del patriarca Jacobo, dos en el sur, Judá y Biniamín, que formaban el reino de Judá con Jerusalem como su capital, y en el norte las otras diez, que formaban el reino de Israel.

Los asirios, pues, invadieron el reino del norte, Israel, en el año 701 aec. ¡Judá no movió siquiera un meñique para salvar a sus supuestos hermanos! Así que resulta, mientras hoy en día tantos se llenan la boca acerca de los sacrificios que hay que hacer por el bien del pueblo, que jamás fuimos un pueblo unido. Así como no lo son tampoco los palestinos, que más que uno son 36 pueblos distintos. Israel cayó en manos de los asirios y Judá quedó ileso. Judá no desafió a los asirios, y los asirios no tocaron a Judá. Pregúntame por qué.


-¿Por qué?


-Porque, al contrario de lo que dicen los paranoicos de la educación judía, que gustan de ver en todos los acontecimientos bíblicos ejemplos de antisemitismo, aquí se trataba de netas rivalidades políticas. Que los asirios tuvieran un problema con Israel no significa que lo tuvieran con los judíos de Judá.


-Pues bien, ¿qué pasa con estas Diez Tribus?


-De acuerdo con la crónica bíblica, los asirios los llevan al norte de Asiria, y ahí desaparecen. Más bien, la historia no los menciona más. Ni siquiera vuelven a aparecer en la Biblia ni en el Talmud. Es decir que toda la continuación histórica del pueblo judío es acerca de Judá y Biniamín, más los pocos refugiados que lograron huir a Judá después de la derrota de Israel. ¿Qué pasó con ellos? Váyase a saber. Nadie tiene la menor idea. Que hayan sido todos masacrados, honestamente no es muy factible, a pesar de lo que Jabotinsky y sus seguidores del movimiento Betar querrían creer. Los asirios a los cautivos los usaban como esclavos. Lo más lógico es que los esclavos se mezclaron con la población local y sencillamente desaparecieron como pueblo. No estoy defendiendo aquí a los asirios, eran uno de los pueblos más sanguinarios del mundo antiguo. Pero hablando del destino final de las Diez Tribus Perdidas, lo más probable es que se hayan asimilado, sometidos a una esclavitud sumamente despiadada, más que haber sido masacrados.


-Pero si se habla de las Diez Tribus Perdidas, quiere decir que en algún nivel pudieron mantenerse como tales...


-Lo cual es completamente imposible y te digo por qué. Los asirios no los ubicaron a todos juntos en el norte de Asiria, porque en ese caso habrían constituido una amenaza para ellos. Habrían tejido alianzas con los enemigos de los asirios y hubieran podido volver a pelear contra Asiria. En cambio, tal como lo dice la Biblia, los dispersaron por el norte de Asiria, mezclándolos con otros pueblos cautivos, y los mantuvieron como esclavos. Dejar que siguieran existiendo como tribus hubiera sido ridículo. Fíjate en el ejemplo más reciente. Cuando los portugueses, los españoles y los ingleses trajeron esclavos negros de Africa al "nuevo mundo", ¿qué fue lo primero que hicieron? Mezclaron las tribus, para evitar que formaran una entidad unida para sublevarse. Lo último que hubieran hecho los asirios es dejarlos juntos, para evitar el ejemplo conocido por ellos de un éxodo de esclavos, como había sucedido en Egipto.

Pues bien, ¿qué pasa con la memoria de las Diez Tribus Perdidas? Probablemente, nada. No vuelven a aparecer como tema. En el libro de Isaías, que era un profeta universalista y pacifista -lo recalco porque su visión de redención abarcaba a todos los pueblos, no solamente al judío- hablaba de ellos de modo simbólico. Hablaba de devolver a todos los remanentes del pueblo judío a su tierra como señal del advenimiento del Mesías, el cual redimiría a todas las naciones, "kol hagoím". Lo subrayo también para un buen par de judíos ultraortodoxos que utilizan la palabra "goi" como palabra condenatoria. Que sepan esos amigos, que la Biblia, en la cual ellos supuestamente creen, no utiliza la palabra "goi" en un sentido peyorativo sino positivo. "Goi" significa pueblo, y todos los "goim", todas las naciones, fueron creados por Dios. Así que paren con su xenofobia.

Entonces, Isaías habla de los "remanentes". A partir de ahí nació una creencia filosófica en las Diez Tribus Perdidas, por la cual había que encontrarlas como antecedente para la era mesiánica. Pero era una idea simbólica. Nadie creía en la época bíblica que se las pudiera encontrar otra vez.


-Hablás como si en la época bíblica los hebreos hubieran sido un pueblo con mayor poder de abstracción que los judíos actuales.


-Sí, o tal vez al contrario. En la época bíblica éramos un pueblo más sano. Éramos un pueblo que se enfrentaba con la realidad. Nuestra aproximación a Dios era a una fuerza cósmica viviente que era parte de nuestras vidas. No como los que hoy en día se refugian en las ieshivot (casas de estudios rabínicos) para huir de la realidad sino más bien, al estilo Rambam, lidiábamos con la realidad manteniendo nuestra fe. En la época bíblica a nadie se le hubiera ocurrido salir a buscar a las Diez Tribus Perdidas. Ya estaban perdidas, y entendían que la era mesiánica –que no está mencionada en la Torá, el Pentateuco, sino en Isaías, en una parte posterior de la Biblia- vendría en un modo simbólico.

Con la destrucción del Segundo Templo en el año 70 dec., el pueblo judío se sumergió en un abatimiento y una desorganización total, y como es nuestra costumbre, cada vez que estamos en una época de pesadilla, preferimos huir de la realidad y refugiarnos en mitos. Y ahí surge el mito de las Diez Tribus Perdidas.

Hoy en día también estamos en una época de crisis, nos refugiamos en el mito de la solidaridad judía. Y perdonen todos los "míticos" de los factores oficiales de Israel y el sionismo, pero fíjense qué solidaridad judía tenemos, que en una época de semi guerra, los primeros que anulan todas sus visitas, tanto de turismo como de estudio, son los judíos. Perdonen, pero cada vez que escucho esos slogans de "somos uno", mi respuesta es: "¿somos un... qué, exactamente?"

Pero como es época de crisis, cuando estamos más divididos, nos aferramos al mito de la unidad, cuando está perfectamente claro que unidad no hay.


-¿Cuáles son algunos de esos eventos, en los que el mito reaparece?


-Mira, hablemos de la Edad Media, hace cerca de un milenio, cuando todo el mundo europeo estaba sumergido en la fiebre mesiánica, cuando todos los católicos dejaron de cultivar sus campos porque creían que iba a llegar Jesús por segunda vez. Pero Jesús no llegó en el año 1000, no llegó en el 2000, y honestamente me voy a sorprender mucho si llega en el 3000. Si eso ofende a mis lectores cristianos, que sepan que tampoco creo que venga un Mesías judío. Creo mucho más en la idea de Maimónides y de Spinoza de que puede venir una "época mesiánica" por la fuerza del hombre aquí en la tierra, no creo que Dios "mande" un Mesías. Creo en Dios, pero creo que Dios quiere que movamos nuestras mentes y nuestros traseros, y no que todo dependa de una sola persona.

Pues bien, hace mil años surge un tipo llamado Eldad Adani que empieza a andar por toda Europa. ¿Qué sabemos de él? Era judío, probablemente etíope, si nos atenemos a las descripciones que tenemos provenientes de España, Francia e Italia, donde se cuenta que era "más negro que los moros", que eran los "negros" que conocían los estúpidos pueblos de Europa de la época. Y digo estúpidos porque eran efectivamente muy primitivos.

Eldad Adani declaraba ser descendiente de la tribu perdida de Dan. Muchos judíos etíopes sostienen como una de las posibles teorías de su procedencia, ser descendientes de esa tribu, cosa que podría ser verdad. Pero ellos no sostienen que "son" la tribu de Dan. Eldad Adani, en cambio, sostenía otra cosa. Y Eldad Adani, perdonen el lenguaje argentino, era un "chanta". El sabe que el mundo está esperando ansiosamente al Mesías, a Jesús. Y sabe que todas las comunidades judías están infectadas de la misma fiebre. Lo sabía porque Etiopía era un país cristiano que también estaba sumergido en la fiebre mesiánica y estaba en contacto con Europa. Adani, aparentemente, quería hacer fortuna. Empezó a dar vueltas por todas las cortes de Europa proclamándose el Mesías provocando un ardor mesiánico entre los judíos y miedo entre los cristianos, porque el peor miedo de los cristianos era que la idea judía fuese verdad, que las Diez Tribus Perdidas se unificaran para proclamar la verdad del Dios judío. Sería su peor pesadilla. Por eso, Eldad Adani no desarrolló buenas relaciones con las cortes cristianas, pero sí adquirió una gran fama. Tuvo muchos seguidores. Pero un buen día desapareció y nadie volvió a saber jamás que fue de Eldad Adani.

Desapareció, sin embargo, dejando una profunda huella en los judíos, tanto de Sefarad como de Ashkenaz. Pues ahí nació la locura de buscar a las Diez Tribus Perdidas, para cumplir con la profecía de Isaías de reunificarlos remanentes y traer al Mesías.

A veces ello condujo a hallazgos interesantes que nada tenían que ver con las Diez Tribus Perdidas. Por ejemplo, en el siglo XII, salió de España, del país Vasco, de la ciudad de Tudela, un viajero llamado Biniamín. El famoso Benjamín de Tudela, que salió en la búsqueda de las Diez Tribus Perdidas. El buen hombre jamás encontró a las tribus, pero nos dejó una de las descripciones del mundo judío más completas que se conozcan de esa época hasta Marco Polo. Llegó hasta Irak, donde investigó la situación de los judíos de Bagdad en el siglo XII; llegó hasta Chipre, Egipto, Arabia Saudita. En este último país encontró incluso a judíos que todavía vivían como tribu, la tribu de Jáibar, que vivían más o menos como sus vecinos musulmanes, incluidas las guerras fratricidas intertribales. Benjamín de Tudela murió sin haber encontrado su ideal, las Diez Tribus Perdidas, pero no importa: la idea mítica lo impulsó a explorar y a descubrir.


-Las Diez Tribus Perdidas existen, en este imaginario colectivo, en un lugar geográfico determinado, ¿verdad?


-Sí, pero eso es un poco más tarde. Una idea interesante comenzó a circular por la comunidad judía de Bagdad, por muchas comunidades judías del este de Europa, tanto las más asiáticas de Rusia como las ashkenazíes de Polonia. La extensión geográfica de la idea nos habla de un fervor mesiánico tremendo. Es la idea mítica del río Sambatión. Aquí en Israel sería un río ultraortodoxo por excelencia, porque es un río un poco nefasto. Supuestamente, las Diez Tribus Perdidas habían sido exiliadas a un lugar al norte de Asiria, por las estepas de Asia Central, que vivían rodeados por un río mítico llamado Sambatión. Supuestamente, el nombre, sin un origen etimológico claro, tiene que ver con Shabat. Pero te cuento el mito porque hoy en día sería el sueño mojado de la gente de Lubavitch: este río tira piedras a todos los que intentan cruzarlo para descubrir la morada de las Diez Tribus Perdidas durante los seis días laborales de la semana, y no lo hace en Shabat. Eso es sumamente interesante, porque hoy en día, cuando se trata de las batallas por el cierre de las calles o de los comercios, los ultraortodoxos tiran piedras en Shabat sin ningún cargo de conciencia. En Shabat el río sube tan alto que simplemente no se lo puede cruzar. Por eso, las Diez Tribus Perdidas seguirán allá perdidas y encerradas hasta el advenimiento del Mesías. O hasta que haya un viajero lo bastante justo y piadoso como para lograr cruzar el río y traer a las tribus.

En la Edad Media y el Renacimiento los mundos judíos de Ashkenaz y de Sefarad –fuera del de Babilonia- se sumergieron en un caos total, por los pogroms en Polonia y la Inquisición en España. Y perdón que lo tengo que subrayar, pero la destrucción surgió del mismo punto en ambos casos, la opresión del catolicismo romano, por eso el fervor mesiánico de los judíos en países católicos siempre fue mucho más fuerte que entre judíos de países protestantes. No encuentras a judíos de países ingleses que salgan a buscar a las Diez Tribus Perdidas, porque los protestantes anglicanos no persiguieron a los judíos.

Pero en lugar de canalizar sus recursos hacia una reconstrucción de las comunidades destrozadas por el fanatismo católico en España y el fanatismo católico en Polonia, los judíos enloquecen con la búsqueda de las Diez Tribus Perdidas, por el deseo de encontrar una respuesta al caos que los amenaza con la extinción. Es comprensible desde el punto de vista psicológico: si estás mal, buscas un refugio en el esoterismo. Hay un gran escritor alemán, casado con una judía, en la época de la Segunda Guerra Mundial, que sé que muchos de mis lectores lo van a reconocer: Herman Hess, que escribió el famoso libro El juego de los abalorios. Trata de una cofradía de intelectuales que juegan con abalorios mientras el mundo se les viene encima. Pues bien, el mito de las Diez Tribus Perdidas sirvió como juego de abalorios para los judíos. De hecho hay muchos que acusan al propio Herman Hess de participar en el juego de abalorios, porque él se fugó a Suiza con su esposa durante la época del nazismo. Se refugió, pero tampoco adoptó una postura activa contra el nazismo.


-No sé si es bueno meternos a juzgar aquí las actitudes individuales frente al nazismo...


-De acuerdo, yo sólo lo menciono. Sé que vamos a recibir ochenta mil cartas enojadas por eso pero me hago cargo.

Pero siguiendo con nuestro juego de abalorios, es fascinante verificar lo que sucede cuando el mismo llega al Nuevo Mundo. Porque debo decir que desde los principios del siglo XVI, misioneros españoles en grandes cantidades propagaron la tontería de que todos los indígenas eran descendientes de las Diez Tribus Perdidas. Muchísimos lectores habrán escuchado estupideces por el estilo. Sabemos que es una estupidez, porque todas las evidencias arqueológicas señalan que todos los pueblos indígenas llegaron a los continentes americanos hace por lo menos 20.000 años.

Tiro los datos porque sé que hay todavía algún par de intelectualoides que siguen con esta tontería en Israel. En muchos sitios en Sudamérica, incluyendo el Monte Verde en Chile, tenemos evidencia de presencia indígena desde hace más de 20.000 años, de hecho 33.000. Estos pueblos han existido desde antes del retroceso de los grandes glaciares, y no llegaron ahí hace apenas dos mil años.

Pero hubo un misionero que aparentemente influye en varios intelectualoides judíos, que era un inquisidor, de nombre Jerónimo de Mendieta. Fue un misionero durante la conquista de México, una de las conquistas más sangrientas que hayan tenido lugar jamás en la historia. Jerónimo de Mendieta estaba convencido que todas las civilizaciones indígenas de México –para que sepan mis lectores, eran más de 40- eran descendientes de las Diez Tribus Perdidas. ¿Por qué? ¿Cuál era la lógica? Porque solamente un judío se opondría al cristianismo con tanta porfía. O sea, el hecho de que también el indígena quería aferrarse a su religión significaba que era judío. Esa, Marcelo, es lo que yo llamo una lógica para los fumadores de marihuana y demás yerbas. Significa que si un budista en el Japón del siglo XVI no quería convertirse al cristianismo, es porque era judío. Justamente los mencionados intelectualoides sostienen que también los japoneses son descendientes de las Diez Tribus Perdidas. Es otra tontería, porque sabemos que los japoneses son una mezcla de pueblos que llegaron de la China desde hace más de 3.000 y un pueblo indígena que se llama los Aíno.


-Pero Sharona, los que sostienen la presencia judía en esos lugares, ¿dicen que "hay presencia judía" o que todos los habitantes de la América precolombina y del Japón son descendientes de judíos?


-Los lunáticos de entre nosotros sostienen que todos nuestros hermanos de ojos sesgados son judíos. Se lo he contado a una amiga japonesa aquí en Israel, Emico Súguita, y por poco se me atraganta de la risa. Y eso que los japoneses no son precisamente muy expresivos que digamos, pero la mujer no podía casi levantarse de la silla. En Japón todo lo que existe es una religión de nombre Makoya que, de hecho, mandan cada año a Israel por lo menos 30 chicos para estudiar en la Universidad Hebrea de Jerusalem. Pero los Makoya no son descendientes de ninguna tribu perdida, sino una religión que surgió en Japón en la época de la pos-guerra, cuando muchos japoneses se sintieron asqueados por la actitud pro-nazi de su gobierno durante la Segunda Guerra Mundial, y se agruparon en una nueva religión que enfatizaba un vínculo simbólico con la tribu de Zevulún. La religión makoya es una interesante mezcla de doctrina budista, cristiana y creencias japonesas nativas. Es una religión muy humanista, pero no son descendientes de Zevulún. Son muy pro-israelíes. De hecho, en esta época en que la Sojnut no logra traer a muchos grupos de judíos a visitar Israel, los Makoya sí vienen.


-Ellos y muchos peregrinos cristianos protestantes...


-Muchísimos. Que lo sepan bien mis lectores cristianos: yo no culpo al mundo cristiano del colapso del turismo israelí, sino más que nada a los judíos. Ya saben lo que pienso de la solidaridad judía: que no existe. Sólo agrego que tampoco existe la solidaridad árabe: por algo somos primos. Pero ése es otro tema.

Pero volviendo a Sudamérica, lo cierto es que la fiebre de las Diez Tribus Perdidas llegó a su cúspide en el siglo XVII, época de la cumbre de la actividad de la Inquisición tanto en España como en América por su crueldad, cuando un viajero muy interesante, un judío portugués que ya vivía en Holanda, de nombre Antonio de Montesinos, escribió un texto sosteniendo que había encontrado a remanentes de las Diez Tribus Perdidas, de piel blanca, en la jungla de Ecuador.

Ahora bien, alguien preguntaría qué se había fumado Antonio de Montesinos, pero hay que explicarlo bien. Antonio de Montesinos era un tipo bastante desafiante de la Inquisición y tuvo muchos motivos políticos para escribir este mito. Recuérdese que la Inquisición tenía jurisdicción sobre los cripto-judíos, judíos que se habían convertido pero que secretamente seguían practicando el judaísmo. Oficialmente la Inquisición no podía tocar a un judío, solamente lo podía expulsar, que es también un acto de crueldad, pero no lo podía matar por ser judío. Eso también es, obviamente, un juego semántico: en la expulsión murieron miles. Ya vimos, y lo vemos nuevamente en nuestro tiempo, cómo en Serbia y en Ruanda la expulsión también conduce a la muerte.

Pero Montesinos colocó a la Inquisición en Sudamérica frente a un dilema muy interesante. Se fue a Ecuador como judío declarado, en una época en la que Ecuador, obviamente, era parte del virreinato español. Las autoridades españolas no sabían cómo reaccionar. Cuando intentaron capturarlo para expulsarlo, el hombre ya se había ido. Y lo encontraron río arriba en las junglas de Ecuador, entablando pactos políticos con los indígenas. ¿Qué es lo que estaba haciendo, probablemente, y con toda la justificación del mundo? Seguramente estaba incitando a los indígenas contra el colonialismo español. ¡Y qué bien que hacía! Es decir, estaba tejiendo un mito basado en motivaciones políticas que, honestamente, son eximibles de culpa y cargo.

Pues bien, cuando volvió a Holanda escribió una serie de cartas que supuestamente probaban la existencia de las Diez Tribus Perdidas en el Ecuador. ¿Quién leyó estas cartas? Un rabino que era un político señero de la época, el rabino Menasse Ben Israel, dirigente de la comunidad judía holandesa. El también tuvo sus motivos políticos: conseguir la entrada legal de los judíos a Inglaterra, porque quería que los judíos refugiados de la Inquisición tuvieran otro punto de refugio, porque Holanda ya estaba un tanto atiborrada con refugiados judeo-españoles.

Es cierto que de modo no oficial ya vivían judíos en Inglaterra desde los tiempos de la reina Elizabeth, que era bastante tolerante con ellos. Pero él quería conseguir el permiso oficial. ¿Entonces qué hizo? Volvió a la Biblia y dijo que Isaías había dicho que vendría el Mesías cuando todos los remanentes del pueblo, incluidas las Diez Tribus Perdidas, se encuentren en el mundo antes de reagruparse en la Tierra de Israel. Los cristianos protestantes creían lo mismo, solamente que, a diferencia de nosotros, creen que ese Mesías es Jesús, que vendrá por segunda vez, y nosotros no.

¿Qué hizo Menasse Ben Israel? Escribió una carta al líder protestante de Inglaterra, Oliver Cromwell, porque sabía que Cromwell mismo estaba sumido en el fervor mesiánico cristiano, y le dijo: "Querido Oliver, ya hemos encontrado a las Diez Tribus Perdidas en el Ecuador". Es decir: Oliver, Jesús está al caer. Y si Jesús viene, puedes admitir a los judíos en Inglaterra, porque igual es la época mesiánica. Y si tú declaras oficialmente que los judíos pueden volver, estarás acelerando la profesía de Isaías porque entonces se encontrarán judíos en todos los rincones del mundo.

Menasse Ben Israel sabía lo que hacía. Sabía que Cromwell lo interpretaría para el lado de la venida de Jesús. Todo el mundo juega con la política, judíos, cristianos y budistas. La jugada del rabino tuvo su efecto, y Cromwell autorizó la entrada a Inglaterra de judíos refugiados de España. No fue una declaración abierta sino un aligeramiento de las restricciones. Pero vemos una nueva forma de jugar con el tema de las Diez Tribus Perdidas con fines políticos.

En el caso de Oliver Cromwell el mito fue utilizado para una buena y humanitaria causa. Hoy en día en el Medio Oriente, por ambos lados, lo estamos utilizando para mal.


-¿Qué tiene que ver? ¿No te habrás fumado algo vos, ahora? Que yo haya escuchado, con esta Intifada aquí no se habla de tribus perdidas sino de piedras y tiros, de tanques y morteros, de territorios y colonias en los territorios, y de lugares santos. Admito que del Mesías sí se habla, pero no de nuestro mito de hoy.


-Ah, Marcelo, pero tú sabes que para que llegue el Mesías primero deben hallarse las Diez Tribus Perdidas.


-¿Pero eso lo afirman también los ortodoxos colonos de los territorios?


-Sí. El impulso de ir a vivir en lo que bíblicamente se llamó Judea y Samaria y donde por los últimos casi dos mil años han habitado mayoritariamente nuestros primos árabes, tiene una enorme resonancia bíblica. No por eso creo que tengamos que arruinarnos la vida hoy en día, pero el impulso ciertamente es mesiánico.

Para dar algún ejemplo, los colonos que fundaron el asentamiento de Bet El, en los territorios, una de las colonias más reñidas entre judíos y palestinos, fueron allí por su fe mesiánica. Todo el movimiento de colonización de los territorios ocupados tiene ese fundamento. Gush Emunim, el Bloque de los Fieles, movimiento político que representaba en los años '80 a los colonos religiosos, fue impulsado por el fervor mesiánico. Lo puedes ver en los documentos de Gush Emunim. Creían que la captura de los territorios en 1967 fue el antecedente para el advenimiento del Mesías. Y no estoy insinuando que Israel no estuvo obligado a luchar en aquel momento por defenderse. Obviamente lo tuvimos que hacer. Pero también debimos haber devuelto los territorios enseguida. Porque lo que surgió de eso fue una vez más un mesianismo enloquecido.


-Yo diría que es una lógica macabra: si la "liberación" de los territorios fue parte de un plan divino con vistas a cumplir la promesa hecha a Abraham y con vistas a la llegada del Mesías, cualquier pacto con los palestinos, cualquier concesión de territorios, es una traición a la palabra de Dios, rebelarse contra el plan divino, una herejía que, además, pone en peligro la vida de otros judíos. De allí al asesinato de Itzjak Rabin hubo sólo un paso.


-Exactamente. Y hoy en día, los colonos que siguen insistiendo en que nunca debemos conceder ni un ápice de territorio, porque eso va en contra del plan mesiánico, son iguales que los locos que fueron detrás de las Diez Tribus Perdidas en lugar de tratar de resolver los problemas del pueblo judío. Y déjame agregar también un dardo para nuestros primos palestinos. Los fundamentalistas que nos atacan a nosotros lo hacen en contra de lo que está escrito en el Corán. Si me está leyendo algún lector musulmán, que vuelva a sus propias fuentes y lea cómo Mahoma nos designó a nosotros los judíos como Pueblo del Libro, y que está tajantemente prohibido tocar incluso el pelo de un judío. Al final, los musulmanes fundamentalistas son iguales que nuestros mesiánicos enfebrecidos, pues sostienen que al liberar toda la tierra para convertir a toda piedra en musulmana se acercarán a la era mesiánica del Islam. O sea que los idiotas fundamentalistas que nos tiran tiros y misiles son iguales que nuestros colonos: están sacrificando lo que podría ser un presente convivible para ambos pueblos, y lo están convirtiendo en una pesadilla. Están sacrificando el presente en aras de un futuro que no vendrá jamás. 

Bibliografía

Tomado de Hagshama E-zine