Reciclar la AMIA, y reinventar la comunidad - Entrevista con Noé Davidovich

La crisis del judaísmo argentino
Por Marcelo Kisilevski


La emergencia por la que atraviesan los judíos de la Argentina va ganando espacios en el debate público, tanto en Israel como en los foros internacionales de judaísmo y sionismo. Luego del último Vaad Hapoel se realizó un panel sobre las nuevas comunidades convertidas en focos de interés: Argentina, Sudáfrica y Francia. Sobre el tema argentino, Hagsham@ e-zine conversó luego con Noé Davidovich, Secretario General de la AMIA y Presidente Honorario de Meretz Argentina.

En la Agencia Judía han comenzado a pensar seriamente en la comunidad judía de la Argentina, devastada debido a una crisis a varios niveles. Una crisis económica, política, de seguridad, de liderazgo, de confianza, de esperanza. Pero que se haya comenzado a pensar seriamente no es garantía –aún- de que algo realmente se vaya a mover. Mucho menos lo es, que ese movimiento sea en la dirección apropiada. El plan consiste en poner especial atención a los olim de la Argentina, facilitarles el proceso de aliá (inmigración a Israel) y de klitá (absorción). Se les destinarán fondos especiales para, aún en su país, conocer Israel y las posibilidades que ofrece, reduciendo la angustia por el futuro incierto. Y una vez aquí en Israel, se les darán facilidades especiales –más que a los provenientes de los demás países- y por más tiempo que el habitual, de modo de asegurar su permanencia. Se pondrán en marcha planes de absorción personalizada, que reduzca la alienación que a veces se sufre en los centros de absorción, con modelos como el que aplica con éxito el rabino conservador Mauricio Balter en Kiriat Bialik. En él, olim más veteranos construyen una red de contención, apoyo afectivo, social y logístico a los recién llegados. Tanto Kiriat Bialik como otras municipalidades han manifestado sus deseos de absorber aliá de la Argentina, a la que consideran de la más alta calidad humana.

El tema de la Argentina se va moviendo en Israel de modo tenue, pero perceptible. La comisión interministerial israelí que investiga el tema de los desaparecidos judíos de la última dictadura militar, mediante el testimonio público de sus familiares aquí en Israel, es prueba de ello. Otra son las varias notas y documentales televisivos realizados por el corresponsal del matutino argentino Clarín, Shlomo Slutzky, sobre el tema de los judíos de la Argentina, su crisis y su nueva pobreza, que fueran proyectadas por el Canal 1 de la Televisión Israelí y luego en varios foros políticos y culturales, despertando en algo a la por demás indiferente opinión pública local.

El año pasado, el Vaad Hapoel, el Comité de Acción de la Organización Sionista, aprobó una ayuda de emergencia de 200.000 dólares. Es cierto, la suma no le hace cosquillas a una institución como la AMIA, que tiene un presupuesto anual de 12 millones de dólares, la mitad de los cuales sirven para pagar apenas los intereses de su enorme deuda, producto de las malversaciones de la última década. Como quiera que sea, se trata de un paso adelante, una muestra de que la Argentina ha subido de categoría en la pirámide de focos de interés de esa institución global.

Noé Davidovich, Secretario General de la AMIA y Presidente Honorario de Meretz Argentina, no se muestra satisfecho con el último plan presentado para "salvar" a la comunidad argentina. "El plan no es abarcativo. El problema no son las familias que ya han iniciado su proceso de aliá, sino aquellas que no se acercan, que están en los márgenes, y que están en la peor situación."

Para el dirigente, "en la era tecnológica se sigue manejando las cosas mediante discursos y fondos paliativos. Los fondos no están mal, a condición que ellos sirvan para dar una ayuda material a los necesitados con el fin de atraerlos e incorporarlos a una base de datos, saber quiénes son y dónde están, elaborar un programa de acción coordinada y seria. Se habla mucho de 'los nuevos pobres'. ¿Dónde están? ¿Dónde viven? ¿Cuántos son? ¿Cuál es el alcance del fenómeno? Esto nadie lo sabe".

Davidovich tiene en mente un modelo según el cual, al dar ayuda a un necesitado que toca la puerta de Pasteur 633 ("A veces tenemos, otras no; ése es otro problema"), se le tomarían los datos y se lo incorporaría a una lista. La persona ayudada atraería a otras, pues la noticia de una entidad que da ayuda corre de boca en boca y atrae a aquellos que vencen la vergüenza. A eso se le sumaría una coordinación con el Vaad Hakehilot, que concentra la actividad de las comunidades judías del interior del país, y que suelen tener mejor registro de sus miembros y de sus necesidades. Una vez localizada la gente y detectadas sus necesidades se puede trazar un plan de acción que contemple su reincorporación a alguna expresión de vida comunitaria y, eventualmente, estimular su aliá a Israel. "Pero todo eso no se está haciendo, y al final se improvisa mucho, se trabaja de un modo nada serio. Discursos no faltan, programas sí".

La pregunta que surge es por qué no lo hace la AMIA misma. "He propuesto –responde- encarar la firma de convenios de modo parecido a los ya alcanzados con otros fines. La AMIA ha firmado hace poco acuerdos de cooperación e intercambio con el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) y con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para impartir cursos de reconversión laboral. La AMIA aportará la clientela, el BID los cursos y la Ciudad ayudará en la medida de las posibilidades a la reubicación laboral.

"Yo propongo el mismo tipo de convenios", continúa Davidovich, "entre AMIA, OSA y Sojnut para el trabajo con los 'nuevos pobres judíos'. La AMIA aportaría su estructura, la Sojnut su apoyo y su logística, etc. Así promoveríamos un intercambio y un aprovechamiento de recursos locales en forma orgánica".

La pobreza judeoargentina, el nuevo juguete

La nueva actitud israelí y del pueblo judío en el mundo, consistente en mirar para ese costado sur del mundo y comenzar a intentar articular algún tipo de acción, tampoco impresiona al Secretario General de AMIA. "No quiero sonar crítico, pero es muy lindo crear nuevos focos de interés en las reuniones sionistas", ironiza. "Adoptar el papel de salvadores alienta a todos. (Luego de la aliá soviética), se ha hallado un nuevo acicate, un nuevo juguete. Pero al juguete hay que convertirlo en una preocupación seria, articulado de modo responsable. Habría que tomar una actitud de interrogación a ambos lados, como lo hace Slutzky en su nota, '¿por qué los judíos no vienen?', pero también al lado israelí: '¿Por qué Israel no es atractivo para los judíos?' También Israel tiene que moverse e investigarse." A pesar de eso, aclara que su intención es la de hacer "observaciones al sistema", más que criticar a un país que ayuda a sus inmigrantes "como ningún país del mundo ayuda a los suyos".

Volviendo a la kehilá argentina, Davidovich estima que la misma está en vías de extinción. "De medio millón que éramos en la década del '50, hoy no llegamos a 230.000. Un 1% emigra anualmente, otro 1% se muere. Y están también los que se asimilan, que algunos afirman que llegan al 30% de matrimonios mixtos". Para él, no obstante, la culpa de la asimilación no es de quienes eligen amar a no judíos. "Nosotros mismos nos cavamos la fosa cuando rechazamos a los matrimonios mixtos que desean mantener su familia dentro del judaísmo. Una escuela que rechaza a un hijo de madre no judía, pero donde ambos progenitores quieren que crezca como judío, es un crimen moral y una estupidez. Muchas escuelas han abandonado esa estupidez por necesidad, cuando el matrimonio está en condiciones de pagar la cuota, cosa nada obvia hoy en día". Como dato, agrega que no es insólito el caso de un matrimonio mixto cuyo hijo ha servido en el ejército israelí, y que al morir el cónyuge no judío, el rabinato se niegue a admitir su entierro en un cementerio judío.

El hecho irónico es que la desaparición de la comunidad judeo-argentina sería el sueño mojado de los fundadores del sionismo, que enarbolaban la negación de la diáspora y profetizaban su deseada extinción, dado que, para ellos, el único destino posible para todo el pueblo judío era su re-unión en la Tierra de Israel.

"Es cierto", reflexiona Davidovich, "desde esa perspectiva, por un lado hay que alegrarse de que algún no haya más judíos en la Argentina. Pero por otro lado hay que lamentar que no todos vayan a Israel. Eso sí, no todos se pierden para el judaísmo, como lo demuestran aquellos emigrados a México, España o Estados Unidos. No creo que para el 2020 pasemos de la mitad de los que somos hoy."

¿La AMIA va a desaparecer?

Lo mismo cabe decir acerca de la relevancia de su entidad central, la AMIA. No resulta claro, a siete años del atentado que devastó su edificio, que la AMIA haya salido de su crisis de liderazgo y de relevancia. Según Davidovich, esto tiene varias facetas, una política y otra psicológica. Hablando con crudeza, "la AMIA es percibida como el lugar donde, en el momento más terrible, el de la muerte de un ser querido, la comunidad te pide que pagues el impuesto a tu pertenencia comunitaria. Esa sensación de la gente es muy difícil de borrar." El dirigente de la izquierda judeo-argentina se refiere a la actividad social que más introduce fondos a sus arcas, la de la dirección de los cementerios judíos. "Todos tienen una cuenta pendiente con la AMIA: aquel porque le exigieron demasiado para el entierro, este porque no lo ayudaron lo suficiente. El de más allá porque algunos dirigentes han lucrado a costillas de la institución. Esto no es tan fácil de revertir. Fíjese que la imagen sería distinta si con cada nacimiento o casamiento hubiera una donación de un porcentaje de lo que algunos sectores realizan. Una fiesta en el Sheraton cuesta 100.000 dólares. ¿Una donación de 10.000 sería mucho? Pero esas donaciones no se hacen. En cambio, cuando algún judío en buena posición se muere, les pedimos a los deudos cien mil, y más de una vez lo han pagado. Ya ve: la imagen es de una compañía de sepelios, pero la culpa no es sólo de la AMIA".

Davidovich asegura, no obstante, que hay una transformación, para que la identidad judía y la percepción de la AMIA no gire en torno a la tragedia –el atentado, el desfalco, la corrupción-, sino a la creación cultural, la vida. Meretz ha impulsado el Tribunal de Ética, que ha investigado la acción de la dirigencia anterior. Como resultado, Sergio Spolsky, considerado el principal responsable del desvalijamiento de la AMIA luego de la caída de su Banco Patricios, fue expulsado de la AMIA. Otros dos dirigentes, Oscar Hansmann y David Filk, han sido suspendidos por un año e inhibidos de ejercer cargos públicos por el lapso de cuatro. La próxima propuesta de esa agrupación es la creación de un Tribunal de Cuentas, "que sería una especie de Corte Suprema de Justicia pero en el área económica".

Como otra propuesta ligada a la vida, y no a la muerte, una propuesta que ya ha sido aprobada, Davidovich enarbola la próxima creación de la Academia Judeoargentina, para investigar y documentar la historia de la creatividad judía en ese país. "La comunidad ha generado valores en todos los campos de la cultura y la ciencia. Todo eso hay que inventariarlo y transmitirlo, no sólo a las futuras generaciones de judíos en ese país, sino a todo el pueblo judío, pues ese es también su patrimonio".

Para él, la AMIA sigue siendo relevante también en esta era de una comunidad atomizada, que se acerca más al modelo norteamericano, con entidades autónomas sin ninguna institución techo centralizadora. "La AMIA es importante para los gobiernos, como dirección a la cual remitirse. Para los judíos, sigue siendo un símbolo de pertenencia e identificación, un referente. Sólo que hay que reciclarla, llenar la estructura con otro contenido. En Meretz creemos que, por ejemplo, el trabajo de intelectuales y estudiantes universitarios judíos también debe ser apoyada desde la AMIA: no sólo trabajar por los pobres, sino también por la continuidad".

"Creo", afirma el dirigente, "que hay una reconstrucción de la confianza de la gente en su liderazgo. Cuando hay un manejo limpio de las finanzas, aunque haya errores, tanto políticos como operativos, pero hay honestidad y trabajo serio, la gente lo ve. Es cierto: la honra se pierde en un día, mientras que reconstruirla puede llevar años. Hay que seguir trabajando, cada uno aportando en su área para ir trepando hacia arriba. No estamos en el mejor de los mundos, pero tampoco en el peor, así que vale la pena."

Bibliografía

Tomado de Hagshama E-zine