En el Medio Oriente, los intereses tanto políticos como económicos de las grandes potencias europeas del siglo XX dieron pie a la conformación de fronteras artificiales que, en la mayoría de los casos, contravinieron las estructuras étnicas y socio-políticas de los pueblos de la región. La conjunción de elementos tradicionales como la identidad étnica y la religión así como nociones modernas como la de "Nación-Estado" produjeron grandes cambios en cuanto a la configuración política y territorial del Medio Oriente. De esta manera surgen sistemas de gobierno en esta región, como el monárquico, que se constituyen a partir de factores autóctonos así como de influencias externas.
Las monarquías mesorientales se nutren, en primer término, de la cosmovisión islámica. Sus procesos de liderazgo reflejan la vida y las enseñanzas de la figura central de esta religión: Mahoma. Este personaje combinó el rol de mensajero de Dios y de líder de los hombres, y hasta este día, millones de musulmanes rigen su existencia tomándolo como el ejemplo supremo.
A diferencia de occidente donde la religión es considerada un sistema de creencias que se encuentra subordinado a la vida política, en esta zona es experimentada como una civilización en su totalidad que en su seno enmarca todos los elementos vitales. El Islam constituye una base de legitimidad, autoridad, identificación y lealtad y es, además, un instrumento efectivo para la movilización de masas.
Las monarquías de Medio Oriente, como sistemas políticos, encuentran su antecedente en los Califatos. La historia política del Islam se inicia con conquistas en los siglos séptimo y octavo a través de las cuales se creó un sistema imperial unificado que se extendía desde el norte de Africa hasta las fronteras con India y China. La unidad territorial y administrativa del imperio árabe fue erradicada y destruida debido a la invasión, a la disensión y a un proceso de fragmentación política. A pesar de esto, el Islam sobrevivió y quedó representado en la unidad del Califato.
En dos ocasiones el mundo islámico fue dominado a través del uso de la fuerza. La primera durante la invasión de los mongoles que resultó en la destrucción del Califato y que, por primera vez desde el tiempo de profeta, introdujo un elemento extranjero al mundo islámico. Esta cultura estaba regida por leyes muy distintas a las que gobernaban el califato por lo que su influencia cimbra las estructuras políticas tradicionales.
La intervención del mundo moderno de occidente marca la segunda ocasión en que esta región sufrió el impacto de influencias ajenas. El comienzo simbólico de la nueva era surgió con la invasión francesa de Egipto en 1798. El ejército revolucionario representó las nuevas fuerzas de la razón, del nacionalismo y del poder del Estado. Si bien desde el siglo XVI el mundo islámico había sido bombardeado con conceptos e ideas nuevas provenientes de occidente, fue hasta el siglo XX con las conquistas de Francia e Inglaterra cuando se logró conmocionar el viejo orden socio-político. En primera instancia, el mundo musulmán tomó de sus agresores la técnica y tecnología militares. Con el paso del tiempo, la influencia se amplió a elementos culturales novedosos, propios de occidente. El tradicional liderazgo musulmán fue reemplazado por reyes, presidentes y dictadores quienes no lograron adquirir, como era costumbre, la espontánea e incuestionable aceptación de su autoridad que los antiguos soberanos legítimos poseían y por lo cual estaban exentos de la necesidad del uso de la represión y de la demagogia política.
La presencia occidental en el Medio Oriente representó un dilema a los líderes y los pobladores mesorientales. ¿Cómo reaccionar ante esta modernización? La secularización, el rechazo a los elementos tradicionales y la adaptación a los nuevos elementos políticos, sociales y económicos fueron algunas respuestas ante esta cuestionante. Sin embargo, con el paso del tiempo, hubo un renacimiento religioso que logró reconciliar al Islam con los elementos modernos impuestos desde afuera, aunque a veces fue necesario el uso de la represión para lograr mantener la identidad. Este patrón ha sido evidente en el caso de las monarquías de Medio Oriente.
La monarquía es considerada como un régimen sustancial pero no exclusivamente monopersonal, basado sobre el consenso, generalmente construido sobre base hereditaria y con aquellas atribuciones que la doctrina define con el término "soberanía". Las monarquías occidentales, como las existentes en el Medio Oriente, tienen distintas manifestaciones debido a que son consecuencia de una suma de características de derivación histórica y tradicional que provienen de las distintas experiencias locales y territoriales. En el Medio Oriente existen, por un lado, las monarquías absolutas como es el caso de Arabia Saudita, así como las monarquías constitucionales que son ejemplificadas por la de Jordania.
La monarquía absoluta se caracteriza por el poder omnimodo del líder al combinar las funciones ejecutiva, legislativa y judicial. El rey es, al mismo tiempo, jefe del Estado, cabeza del gobierno, supremo líder religioso y canciller. En este tipo de monarquía no existe parlamento o constitución formal sino que el Corán, base de la ley islámica, rescribe los derechos y obligaciones civiles y religiosos. Por el otro lado existe un Consejo de Ministros que está a cargo de funciones ejecutivas y administrativas.
El sistema judicial está compuesto por cortes islámicas y un comité de cuatro miembros nombrados por el rey. No se realizan elecciones nacionales y tampoco existen partidos políticos.
La familia del líder político ocupa cargos centrales en el ejército y en los sectores político, religioso y económico; de esta manera se logra mantener la estabilidad del régimen. Por su parte la monarquía constitucional se basa en la distribución del poder entre el Rey y una Asamblea Nacional bicameral. A pesar de esta división de autoridad, el Rey posee amplias facultades ya que ejerce el poder ejecutivo. Es Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, designa al Primer Ministro y a los demás integrantes de su gabinete; convoca, suspende y disuelve la asamblea y promulga leyes. La monarquía ejerce su influencia política por intermedio del gobierno y el senado. El gabinete coordina el trabajo de los distintos departamentos y establece la política general.
El sistema judicial es constitucionalmente independiente; sin embargo los jueces son nombrados y destituidos por decreto real. Este sistema está encabezado por una Corte Suprema. La participación de los partidos políticos en la vida nacional se ve restringida por el rol del monarca. Así, las monarquías mesorientales están caracterizadas por su autocracia. La participación política de la población se ve limitada y los procesos de decisión se limitan a unos cuantos.
El retorno a la ortodoxia así como el auge del nacionalismo ideológico han representado las reacciones más características a la influencia occidental en la región. En algunos países, estos elementos han logrado salvaguardar la legitimidad del régimen mientras que, en otros, se han convertido en una amenaza patente que han conducido a su eventual derrocamiento.
Tomado de Tribuna Israelita
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